Es terrible el vacío que siento cada vez que se me termina algo que me gusta. No es que no lo vuelva a tener nunca más pero, al menos, entre la finalización y el próximo comienzo, pasará mucho tiempo.

Hablo de las series que miro por TV. Claro está que los contenidos que podemos ver en cualquier formato, es televisión. Que sea una Tablet, un celular, una pc o un obsoleto televisor LED, es otro tema.

Lo que si es más o menos nuevo, es la forma en la que vemos esos contenidos. Pegar un mini maratón de capítulos de una serie, munidos de medio kilo de helado, nos despierta algo parecido a lo que pueda parecer una adicción. Pero ese mono que nos agarra, nos pasa más o menos en tanto y en cuanto sepamos que se viene o que existe una nueva temporada de la serie que estemos viendo.

Recuerdo, casi con atisbos de añoranza, como había vivido la previa de “24” allá por noviembre de 2001. Kiefer Sutherland venía medio a los tumbos con su carrera y había decidido, yo como espectador, darle una especie de última oportunidad. Me imagino que el tipo en Los Angeles se habrá sentido recontra confundido…

La cuestión es que a los 5 minutos de aquella primera entrega, con un capítulo doble, ya me había dejado la mandíbula por el piso. No hace falta repasar algo que hace catorce años, y durante 8, marcó tendencia no solo en lo que a producción se refiere, sino también en lo escalofriantemente argumental a lo que se vino después en materia de series, pero sí hacer hincapié en el hecho de que sabíamos quienes veíamos las desventuras de Jack Bauer, que una semana más tarde íbamos a tener otra hora de adrenalina.

Entonces, el placer de ver una serie, sea 24 o cualquier otra, se estiraba al menos 6 meses. Hoy, en un fin de semana, acompañado o no, te pusiste al tanto de si Jon Snow sigue en la temporada 6 o no.

En estos día fui víctima de “Narcos”; una producción americana que se estrenó en agosto de este año en Netflix y que narra los episodios acontecidos en la Colombia de los años 80, donde el concepto de “bala o plomo” instaurado por Pablo Escobar Gavíria, era moneda corriente.

La serie está basada en un libro cuya autoría es de uno de los oficiales de la DEA, norteamericano, llamado Steve Murphy que junto a su colega Javier Peña, también oficial de la DEA de origen mexicano y mandado por la agencia a Colombia para detener, apresar o directamente matar al narcolider colombiano.

El final lo sabemos todos, pero la figura icónica de Pablo Escobar, a casi 20 años de su muerte, sigue atrayendo seguidores. La serie está casi en un 80% hablada en español y, les aseguro, raya lo imposible, al menos por unos prolongados instantes, no empatizar con Pablo Emilio, en esta oportunidad, interpretado por el brasileño Wagner Moura, que le da una bocanada de oxígeno fresco al personaje gracias a su español “aprendido” que, según el propio Moura, fue una tortura aprender.

Soy el fuego que arde en tu piel; canta Rodrigo Amarante en cada comienzo de capítulo y créanme amigos… es un fuego que arde, pero no quema… así son los fuegos peores.

Ojalá tengamos todos una buena semana.