¿Cómo se explica el masivo acompañamiento a Cristina Fernández de Kirchner en Plaza de Mayo en su último día como Presidenta?
¿Cómo se explica que un ex ministro de economía asista a un parque para hablar con vecinos y se desborde de personas para escucharlo?

¿Por qué un programa de opinión política que se queda sin pantalla en la TV Pública, a los pocos días convoca cerca de 20 mil personas en el Parque Saavedra?

El común denominador de todas estas plazas es la adhesión a un proyecto nacional, popular y democrático, que dejó de ser gobierno el 9 de diciembre luego de obtener casi el 49% de los votos.

Pero, ¿por qué esta adhesión?

Las plazas llenas son el síntoma que emerge luego de 12 años de kirchnerismo y ante el retorno del neoliberalismo al gobierno. Estos espacios son ocupados por un sujeto que recuperó derechos, un “empoderado”, en palabras de Cristina Fernández de Kirchner. Personas que comprenden que las políticas implementadas durante la última década beneficiaron a la mayor parte de una sociedad que se reconstruyó bajo los cimientos de la crisis de 2001, crisis generada por muchos de los actores políticos que hoy vuelven reciclados bajo el ala de Mauricio Macri.

¿Por qué no se moviliza el 51%?

La derecha neoliberal (valga la redundancia) puede consolidarse bajo una sociedad despolitizada y desmovilizada. Lo hace a través del poder mediático que puede influenciar y/o condicionar la mirada de un electorado cuya relación con la política se da a través de los medios de comunicación. Además, sería muy difícil salir a apoyar medidas que apunten a un endeudamiento del país o a un aumento del desempleo. Se necesitará, nuevamente, del poder mediático para camuflar dichas políticas antipopulares.

Actualmente la derecha vuelve a gobernar como siempre lo hizo. Decreto en mano monopoliza la palabra clausurando la Ley de Medios (los medios públicos y privados responden nuevamente a los mismos intereses corporativos del poder económico), solicita endeudamiento externo, aumenta las tarifas de los servicios públicos, devalúa el salario del trabajador y amenaza a los gremios para que ”no arriesguen salarios a cambio de empleos”.

En los últimos días la administración PRO echó a alrededor de diez mil trabajadores de la administración pública. A través de los grandes medios los funcionarios macristas saldrán a decir que son ñoquis. Pero a no confundirse, no son bolas de papa y harina. Cada persona que se queda sin laburo es un padre de familia que alimenta a sus hijos, es un hijo que se banca sus estudios, es una piba que paga el alquiler de su departamento, es una madre que lleva a sus hijos al colegio, es un vecino que compra “el morfi” en el negocio del barrio…

... Y es una persona que va a aumentar el ejército de reserva de desempleados con el que te van a condicionar cuando reclames mejores condiciones laborales.

No hay novedad en estas políticas: la promesa de cambio es una máscara que pretende disfrazar las medidas políticas, económicas y culturales que ya se aplicaron en la década del 90. No hay misterio... son dos proyectos políticos dentro del capitalismo: uno que tiende a incluir y otro que tiende a excluir a las personas.

El verdadero cambio en las últimas semanas vienen siendo estas plazas multitudinarias que demuestran la irrupción en la arena pública de “sujetos empoderados”. Ciudadanos que fueron recuperando derechos con las políticas públicas de los últimos 12 años. Profesionales, estudiantes, amas de casa, trabajadores que volvieron a ser parte de un sistema que históricamente los expulsaba.

La receta del poder fáctico siempre fue la misma: transferencia de recursos hacia los que más tienen, aumento del desempleo para condicionar los reclamos salariales de los trabajadores, expulsarlos del sistema, ocultarlos mediáticamente para que no se encuentren entre sí, y reprimir con las fuerzas policiales si eso llegase a ocurrir.

El desafío, para que toda esta fuerza de voluntad no se diluya, tiene nombre y apellido: Organización Política.

Porque si algo ha demostrado este proceso de recuperación de derechos es que dichas conquistas deben defenderse día a día. Ante esto se torna inevitable la irrupción de un sujeto político que tienda puentes hacia una democracia participativa, poniendo en jaque a un sistema clásico de democracia liberal.

En la movilización popular devenida en organización política se encuentra la llave para la aparición de nuevos cuadros que representen y profundicen las políticas de inclusión. Para que en los próximos años se retome, por la vía electoral, la senda de un proyecto nacional, popular y democrático que vuelva a gobernar con la gente adentro.