Si bien en silencio cuando toca; siento un especial arrebato de odio cuando, a la hora de ordenar comida en un restaurante, parrilla, fonda, o lo que sea, los comensales a quienes acompaño hacen preguntan del estilo ¿Cómo salen los fetuchinis a la puttanesca? ¿Y puede ser que en lugar de papas fritas sea puré? Pero lo que más me enloquece tiene que ver con las ensaladas, y es el pedido que reza “Traeme una completa sin cebolla”. Tiene un paralelo con el que ordena una pizza “Napolitana pero sin ajo”… ay por dios!!! Con solo escribirlo ya me da cosita…

Independientemente que se trate de un apócope de concepto para no tener que enumerar cada uno de los ingredientes de un plato; la fórmula de referirse a algo por lo que no es, en lugar de por lo que es; se riñe claramente con la manera correcta de expresarse.

No se trata de saber los ingredientes de cada receta de cada comida; sino de dejar que las cosas sean lo que son y no otra cosa. Digo; una “napolitana sin ajo” deja de ser lo que es para convertirse en una pizza tradicional de muzzarella, con rodajas de tomate arriba. En definitiva; el atajo idiomático, modifica directamente un objeto, comida, paisaje, etc.

Algo parecido me pasa con el cine. Aclaro que no soy cinéfilo; no se de cine, y que soy sumamente cuadrado con respecto al séptimo arte. Me refiero a las pelis que me gustan mucho y de las que no me gustan o no consumo, directamente no hablo. Puede que sean grandes obras de arte; pero a mi déjame con “Rápido y Furioso”.

Cuando los cuadrados nos ponemos a ver una peli de las que nos gustan en el cine; no buscamos demasiadas revoluciones. Autos veloces, señoritas con más o menos curvas, galanes con más o menos moral, malos no tan malos y buenos no tan buenos.

Podríamos resumir el cine “cuadrado” de la siguiente manera; hay un bueno, un malo, una chica linda (generalmente novia del malo), y un boludo afín al malo. La chica bonita, lógicamente, cae rendida en los brazos del bueno, el boludo muere diez minutos antes de que termine el film, y el malo muere en combate pero no a manos del bueno. Ciento diez minutos de peli y listo… no hay historia que, cinematográficamente, soporte más tiempo.

En una de éstas columnas, había destacado cuales son los condimentos de los héroes con los que nos identificamos. No hay padres; no hay esposas ni hijos, o peor… ambos murieron trágicamente en un accidente antes de que empiece el film. No hay religión, no hay ni se dá tregua, y su arma es la única merecedora de lealtad.

Si Jason Statham jamás hubiera sido Frank Martin en “El Transportador” y sus secuelas; la recientemente estrenada “El Transportador: Recargado”, con Ed Skrein (Ex Game of Thrones) en la piel del mercenario conductor de autos veloces mejor pago del mundo, clasificaría como buena peli pero… me cambiaron los ingredientes como a la grande napolitana.

Resulta que Frank tiene un padre, que se dedica más o menos a lo mismo que él y, que a la postre, se transforma en un punto débil de nuestro héroe y después… me lo hicieron sentimental… se me enamora más fácil que el otro.

Llegado el caso; y si querés entregarle unas mil, mil quinientas calorías a un pochoclo pequeño, no lo dudes… pero es otra peli.

Ojalá tengamos todos una buena semana.