Si alguien afirmara que el abrupto giro ideológico de Macri obedece más a las necesidades electorales que a la esfera de las convicciones íntimas es probable que esté muy cerca de la interpretación correcta. En este sentido, no resulta casual que distintos medios hayan posado la atención en el grupo de asesores que rodea al expresidente de Boca, en especial al ecuatoriano Jaime Durán Barba, en busca de explicaciones. Y aun cuando el polémico gurú no ha dado entrevistas últimamente, trascendió parte del discurso que brindó en el marco de un encuentro de intelectuales alineados con el PRO en un bar de San Telmo. Si bien una crónica más extensa del evento se puede encontrar en el siguiente link http://www.lanacion.com.ar/1813439-entre-intimos-duran-barba-explico-la-filosofia-detras-del-giro-de-macri , transcribiré lo que considero son algunos de los fundamentos que guían este giro y que dejan entrever una forma de entender el accionar político del PRO. Pues en esta reunión, Durán Barba afirmó: “Nosotros tenemos que entender a la gente. Si la gente cree que Scioli es un buen gobernador –el 65% lo piensa-  pues Scioli en un buen gobernador. ¿Es maquiavélico? No. Es acercarse a la gente. Si la gente cree que la Virgen de Guadalupe es una atorranta, pues lo será hasta que se demuestre lo contrario”.

Sobre esta base es de suponer que el asesor le haya explicado a Macri que con el discurso privatista y neoliberal, en la Argentina de hoy, no se puede ganar una elección presidencial, de lo cual se sigue que, dado que lo que importa es ganar, hay que escuchar a la gente y hacer lo que la gente quiere. La idea de un político que hace lo que la gente quiere tiene inconvenientes e interpretaciones antagónicas. En cuanto a las primeras, la más evidente es cómo saber lo que la gente quiere. ¿Acaso lo sabremos tocando los timbres? No parece fácil pues tanto física como temporalmente no parece posible entrevistarse con 40 millones de personas quienes, a su vez, probablemente deseen cosas distintas. ¿Acaso escuchando a los periodistas podremos saber lo que la gente quiere? Difícil también, más allá de que hay quien con un micrófono o una pluma se siente hermeneuta o un médium entre Dios y la vox populi.  Asimismo, la idea de que el político debe escuchar y hacer lo que la gente quiere puede interpretarse de dos maneras: una sería revolucionaria en estos tiempos y supondría una cuasi eliminación de la idea de representación pues supondría que el representante tiene un mandato imperativo y es solo el mensajero de una voluntad colectiva. Dado que esta interpretación va a contramano de toda la tradición de la democracia representativa y republicana es de suponer que el “hay que escuchar a la gente” debe ser interpretado a partir de la idea de la política como mera administración, en este caso, de deseos, humores, decisiones racionales pero también caprichos.

Claro está que la idea de estas líneas no es defender la política como obra de vanguardias iluminadas pero lo cierto es que el rol del político es escuchar, hacer lo que la gente quiere, pero también proponer. Es administrar pero también generar. Si solo fuera escuchar, la oposición argentina no debería presentarse más a elecciones porque en los últimos 12 años el pueblo le ha dicho que quiere la continuidad del modelo kirchnerista. Por suerte para una democracia plural, los partidos opositores siguen insistiendo y siguen proponiendo sus ideas más allá de que una y otra vez se enfrentan a performance electorales que no les alcanza para llegar a presidir el país.

Incluso podríamos decir que también, por suerte, el gobierno de Néstor Kirchner no se dedicó a administrar el descontento existente en 2003. Más bien todo lo contrario: se trató de un gobierno que escuchó pero que también propuso acciones que no tenían originalmente el apoyo mayoritario. Dicho en otras palabras, medidas como la contraindicada firmeza con la que se renegoció la deuda, la recuperación de las AFJP o la política de Derechos Humanos, fueron acciones que recibieron un amplio apoyo una vez tomadas pero no fueron producto de una presión popular o no estaban en el número 1 del decir de la gente. Si el gobierno de Kirchner se hubiera dedicado a oír y no a proponer, probablemente, en esa época, hubiera intentando volver al 1 a 1, hubiera hecho una negociación más amable con los acreedores, hubiera dejado los fondos de pensiones y jubilaciones en manos privadas por tratarse de un hecho consumado y hubiera elegido el camino del presunto cierre de las heridas de ayer a través de la impunidad. Y sin embargo no lo hizo, y mucha gente que opinaba de un modo o no pensó que esa agenda le era propia, cambió su posición y acompaño fervientemente esas acciones.

Quizás sea por el proponer y no por el mero administrar lo que supuestamente la gente querría, que el gobierno que asumió con el 22% de los votos, tras 8 años, fue revalidado con el 54% y hoy en día tiene a una presidenta con una imagen positiva enormemente alta.