No se puede describir las sensaciones de cada una de las casi doscientos mil almas que habian escuchado entre atónitos e incrédulos a un Indio Solari a capella, sin su banda atrás, anunciar que sí, que está enfermo, que "Mister Parkinson me viene pisando los talones".
 

Cada uno sabe el nivel de vibraciones que experimentó durante la espera a que se apagasen las luces y por fin salga su amo, su esclavo, el tipo por el que otra vez recorrieron kilómetros para ver y escuchar cantar.

Por eso cuando sonaron los acordes de la primera canción, al rato de la noticia que nadie hubiera querido escuchar, resultó una caricia, un empujón hacia adelante.

Los acordes de Nuestro amo juega al esclavo hicieron sanar esa herida a puro salto, a la masa interminable que desbordó ¡otra vez! el hipódromo de Tandil. Además, fue un guiño al ala ricotera más politizada. "Violencia es mentir", gritamos a brazos abiertos al cielo, abajo y arriba del escenario.


"De Los Fundamentalistas no se va nadie, hay un par de músicos nuevos, ya van a ver cómo suena la banda", había advertido el Indio. Y si bien hubo temas en los que voz y músicos se cruzaron, el sonido y la potencia de la dupla Carrizo-Nalé (nuevo batero y bajista), se acoplaron a esa orquesta radiante que brilla con otras duplas.

Las guitarras de Benegas y Comotto, soleando a la vez en una misma canción, exultantes en temas como Rock para los dientes, Por qué será que no me quiere Dios y Gran Lady. Los vientos de Colombo -saxo y clarinete-, y Tallarita -trompeta-, soplando juntos o por separado desde atrás, en pasajes oscuros, en otros rabiosos, introspectivos.


Algo me late


De todo cuanto escuchó el cronista de la boca de desconocidos y amigos con los que vivió el recital, se destacan frases del tipo "¡Es la mejor lista de temas que escuché!", "Me mató el anunció de su enfermedad, me puse a llorar en ese momento", "Abrir con Nuestro amo juega al esclavo en es este tiempo es toda una señal política".

Esos nervios toca Solari con sus canciones, con su verba, con su sinceridad inédita frente al público, como aquella vez del reto en River cuando los desmanes del tipo con la navaja. Elegir cantar un puñado de su obra más política, oscura y rockera fue un regalo, otro más.

Indio Solari en Tandil: salando las heridas

Volver a montar un sonido potente, con varias torres de sonido y pantallas. Estrenar coreografía con fotos que decoraban el escenario sin dejar de lado los collages ni los dibujos. Apalabrar canciones como Vino Mariani con un teatro de fondo, o Por qué será que no me quiere  Dios con la imagen de una iglesia tiesa allí atrás suyo y de su banda. Rockear en A la luz de la luna fundido en una foto de un 'queso blanco' perfecto y bajo el satélite creciente que alumbró el hipódromo.

Cantar y gesticular, reír y saltar, y hasta contar algo sobre de qué la va la canción que íbamos a corear. Un Indio sincero y a gusto con la multitud, salvo con los que le tiraban zapatillas, a quiénes primero pidió "córtenla", luego insultó y después lo enojó tanto que decidió no cantar el tema que su su banda ya había arrancado a tocar, Barba Azul.

"No hizo juguetes perdidos", fue la sorpresa de muchos. Si, faltó la canción a la bandera de este país que es el movimiento ricotero. Pero estuvieron otros lindos temas, propios y de la banda inolvidable que fundó con Skay y Poli, y otros tantos. "Había una vez", "El capitán Buscapina", "Tatuaje", "Luzbelito".

El himno del final anunciado por el Indio así, riendo: "Vamos a hacer una que sepamos todos". Ji ji ji y los fuegos artificiales que salieron desde el mangrullo de sonido, la multitud inmersa en el pogo más grande del rock, cada vez más zarpado, incontrolable y liberador.


Los recuerdos que traerá este show, de momentos tiesos o agitados inolvidables e irrepetibles.



... como en cada misa del Indio Solari, como en cada misa nuestra. Salamos las heridas, disfrutamos su enfermedad. Vamos a volver, donde él cite, más pronto que tarde. Y volveremos a ser país, a llevar el ricoterismo itinerante hasta alguna otra ciudad de esta patria.

Pd: somos esclavos gustosos de nuestro amo.