Todo surgió cuando Stuart Meloy, médico y cofundador de Advanced Interventional Pain Management, comenzó a trabajar con implantes electrónicos que conectados a los nervios de la columna vertebral envían leves pulsos para aliviar el dolor crónico.


En una oportunidad, luego de recibir el implante, uno de los pacientes dijo haber tenido un extraño efecto secundario nada indeseable: el dispositivo emitió intensas sensaciones de placer.


Meloy se dio cuenta de que tenía en sus manos una poderosa tecnología que podría ser usada para tratar a hombres y mujeres con disfunciones sexuales.  


De todas maneras, el desarrollo del Orgasmatrón se estancó, y esto se debió en gran parte a los altos precios de los materiales, como es el caso del generador, que cuestan 25.000 dólares.


Meloy confía en que el Orgasmatrón podría funcionar con una fuente de energía mucho más pequeña, la suficiente para soportar una hora diaria de uso. "En mi humilde opinión, no creo que sea tan necesario recibir constantemente impulsos eléctricos para tratar la disfunción sexual", sostiene. "Algunos debemos ir a trabajar", dijo a BBC Mundo.


Si bien Meloy colocó cientos de dispositivos en pacientes para tratamientos de dolor -algunos de los cuales se vieron beneficiados de sus conocidos efectos secundarios-, implantarlos específicamente para tratar disfunciones sexuales violaría las normas.


Para que la Agencia de Control de Alimentos y Medicamentos -FDA- apruebe el dispositivo, Meloy debe realizar una prueba clínica, cuyo costo es de 6.000.000 de dólares. "Dinero del cual no dispongo ahora mismo", explica.


Meloy se muestra entusiasmado sobre los potenciales beneficios de sus dispositivos y espera que el Orgasmatrón tenga una segunda oportunidad de hacerse realidad.