El papa Francisco avisó que "estaba dispuesto a hacer lío en Medio Oriente" y cumplió con su promesa, no tanto de hacer lío sino más bien de dejar una huella entre sus visitas y su búsqueda por la paz.

Si bien el origen del viaje era visitar y saludar a la máxima autoridad de la Iglesia ortodoxa, el Papa tenía guardada una verdadera sorpresa al convocar al diálogo en el Vaticano para el 6 de junio próximo a los líderes de Israel y Palestina con ánimos de bajar tensiones y abrir una ventana de paz.

Durante su paso por Tierra Santa, Francisco dio varias señales de la llamada "revolución papal" al lograr el abrazo de las tres religiones con su amigo rabino judío Abraham Skorka y al líder religioso musulmán Ombar Abboud, en una muestra de unidad y respeto mutuo.

Además en su visita en la Explanada de las Mezquitas, lugar central  por el que se enfrentan israelíes y palestinos, el Papa demostró gestos de buena voluntad hacia uno y otro pueblo. Y en el muro de los lamentos pidió por un "Nunca más" ante los genocidios perpetrados en nombre de la religión y el poder.

Otros momentos destacados fueron en la reunión con el rey de Jordania cuando el Papa visitó las aguas sagradas del Jordán y llegó hasta ahí en un carrito de golf; o cuando pronunció su discurso junto al presidente israelí, Shimon Peres y el primer ministro Benjamin Netanyahu en el aeropuerto de Ben Gurion.

Antes de partir de Jerusalén, Francisco- fiel a su estilo de sorprender a todos- decidió presentarse en un convento franciscano y almorzar con los 95 monjes. Es la primera vez que un Papa visita "la casa central de la custodia franciscana", marcando un nuevo hito es la siempre flexible agenda papal.