No es muy diferente a lo que pasa en otros países de Latinoamerica, lo que sucede en Brasil demuestra la incisiva influencia de los grandes grupos que manejan la mayor parte de la información y, por ende, la opinión de muchos ciudadanos.
Brasil sigue siendo objeto, aunque cada vez en menos medida, de protestas contra la presidenta Dilma Rousseff, agitadas por los sectores opositores de la derecha y, por supuesto, los medios de comunicación.
Tal como expresa Gustavo Gindre en una nota de Carta Capital, la cobertura del grupo O'Globo reafirma su oposición con el gobierno y el hecho de mantener una baja imagen de Lula y Dilma puede llegar a ser "un buen negocio". Como lo fue siempre.
Otros medios como Telesur explican un poco desde adentro la campaña de desprestigio contra todo lo que rodea a Lula y al Partido de los Trabajadores (PT), por parte de los medios privados de ese país.
El periodista Berno Altman comentó en ese medio que la presión ejercida por los estratos más altos de la sociedad brasileña busca movilizar a los sectores conservadores para impedir el proceso democrático en la nación.
El fin es "debilitar a la izquierda y restarle el apoyo popular" de cara a las elecciones que se realizarán dentro de tres años. Aunque este tipo de maniobras no son nuevas, ya que fueron repetidas en los anteriores comicios en los que participó Lula enre 2003 y 2011.
Esto se puede evidenciar en los explícitos pedidos de Golpe de Estado en las multitudes que se manifestaron durante los últimos días, las que pidieron intervenciones militares y un cese del gobierno democráticamente electo de Dilma Rousseff.

No es muy diferente a lo que pasa en otros países de Latinoamérica. Lo que sucede en Brasil demuestra la influencia de los grandes grupos que manejan la mayor parte de la información y, por ende, la opinión de muchos ciudadanos.

Brasil sigue siendo objeto, aunque en declive, de protestas contra la presidenta Dilma Rousseff agitadas por los sectores opositores de la derecha y, por supuesto, los medios de comunicación más importantes que les son funcionales.

Tal como expresa Gustavo Gindre en una nota de Carta Capital, la cobertura del grupo Globo reafirma su oposición con el gobierno, y el hecho de mantener una baja imagen de Lula y Dilma puede llegar a ser "un buen negocio". Como lo fue siempre.

Uno de los ejemplos más gráficos en la vida política de Brasil fue el caso del expresidente Fernando Collor de Mello a principios de los '90, a quien los grandes grupos habían inflado para que llegue a la presidencia.

Pero cuando Collor de Mello quiso dejar de lado a estos grandes capitales para crear él mismo su propio imperio de comunicaciones, los grupos hegemónicos presionaron hasta que lograron llegar a un juicio político que termino destituyendo al presidente electo.

Otros medios como Telesur explican un poco desde adentro la campaña de desprestigio contra todo lo que rodea a Lula y al Partido de los Trabajadores (PT) por parte de los medios privados brasileños.

El periodista Berno Altman comentó en ese medio que la presión ejercida por los estratos más altos de la sociedad brasileña busca movilizar a los sectores conservadores para impedir el proceso democrático de Dilma.

La principal consigna es "debilitar a la izquierda y restarle el apoyo popular" de cara a las elecciones que se realizarán dentro de tres años. Aunque este tipo de maniobras no son nuevas, ya que fueron repetidas en los anteriores comicios en los que participó Lula entre 2003 y 2011.

Se puede evidenciar en los explícitos pedidos de golpe de Estado en las multitudes que se manifestaron durante los últimos días, las que pidieron intervenciones militares y un cese terminal del gobierno democráticamente electo de Dilma Rousseff, con los medios y la oposición como principales cómplices de este suceso.