Llegó el tan esperado y dramático día, después de meses intensos en Brasil con protestas, el Mundial, la muerte de Campos y el ascenso de Marina Silva, la mentira de las encuestas, las operaciones mediáticas y los fuertes cruces de los candidatos. La gente eligió la continuidad a pesar del giro hacia Neves de gran parte de la clase media que logró estabilidad gracias a Dilma y Lula. Medios y mercados perdieron una batalla clave en su intento de frenar la regulación estatal. Ahora, con cuatro años por delante, quedan muchas cuentas pendientes en la agenda y ya se habla del sucesor.

Podría escribirse un libro analizando todo lo que dejó esta elección clave para el futuro de Latinoamérica, o bien una película pochoclera, porque condimentos no faltaron: hubo drama, muerte, suspenso, incertidumbre, sorpresas, mentiras y final feliz. Es que sí, pasó de todo y mucho queda por analizar: por un lado, la feroz campaña mediática contra Dilma intentó a toda costa terminar con su gobierno, aún durante los comicios de ayer. Por otro lado, los mercados estuvieron activos las últimas tres semanas una vez que se confirmó el balotaje, y con cada crecimiento en las encuestas de la presidenta caían la bolsa, los bonos, y aumentaba el dólar, enviando un claro mensaje acerca de quién era su candidato.

El sistema mostró su cara más feroz en su intento de frenar el triunfo de un gobierno interventor, mala palabra para los amantes de los años 90 y el neoliberalismo que gobernó en toda la región. Sin embargo, aún con enormes caballos de batalla dando su pelea, Dilma luchó y ganó de la mano de sus políticas sociales que, junto con las medidas iniciadas por Lula, entre otras cosas redujeron la pobreza del 24,3 al 8,4 por ciento y la extrema pobreza del 14 al 3,5 en once años, según datos de la ONU. Pero Rousseff tuvo que recordar al electorado una y otra vez durante su campaña todos los logros de su gobierno tras tener en sus manos encuestas que mostraban que gran parte de la nueva clase media, aquella que llegó hasta allí gracias al PT, parecía haber olvidado todo ello y optaba por un cambio radical.

Es que, como sucede hoy en Argentina, pareciera que la clase media es la más desmemoriada de todas a la hora de votar. Es la primera en ser golpeada cuando hay ajustes y crisis económicas, luego recupera terreno cuando hay políticas estatales que apuntan a un mayor consumo, créditos, empleo y distribución. Pero una vez que su poder adquisitivo aumenta, olvida rápidamente el pasado que la empobreció y exige medidas a tal punto que ya nada conforma y prefieren que gobierne la derecha, esa misma que lo llevó a la crisis y que volverá a hacerlo, y así comienza nuevamente la rueda, con la clase media golpeada. En Brasil se reflejó este fenómeno, con un sector social que le soltó la mano al gobierno, el mismo que estabilizó económicamente al país y aumentó su poder adquisitivo.

Capítulo aparte para los países vecinos con el triunfo del PT, que despejó algunas dudas e incertidumbre y se aliviaron unos cuantos al confirmar que las relaciones con la región van a continuar fuertes como antes, y el impulso al MERCOSUR también. Neves y compañía, por el contrario, buscaban acercarse a Estados Unidos y la Unión Europea, dejando en segundo plano los organismos regionales y prefiriendo firmar acuerdos de libre comercio con norteamérica. Perder, en este sentido, al corazón de América Latina iba a ser duro para países socios económica e ideológicamente como Argentina, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Uruguay.

En el discurso de anoche Dilma se mostró agotada pero feliz y animada, y ya anunció que su gobierno irá por una reforma política, necesaria sin dudas pero que no debe dejar para más adelante, como ya viene pateando el tablero el oficialismo hace once años, otras medidas importantes como la ley de medios. Las campañas mediáticas que casi logran terminar con su gobierno dejaron en claro que la Globo es enemiga del PT hace tiempo, y regular su monopolio no va a cambiar ese panorama, es por eso que este es el momento de ponerse al frente de un tema importante para la población pero también para el gobierno, que no hace más que recibir críticas y mentiras en todos los medios de comunicación dominantes que ocupan prácticamente todo el espectro audiovisual y gráfico de Brasil.

Esa lucha comenzó en Argentina hace más de cinco años, y aún perdura. Es momento que Dilma empiece a darla, es ahora o nunca.