Fue un partido de esos que los equipos grandes ganan por jerarquía, camiseta o suerte, pero los ganan. Huracán le metió presión a Boca desde el arranque, tapando a Rolón y obligando a los pelotazos largos.

De a poco Rossi se convirtió en figura y el Globo se empezó a errar las que luego iba a lamentar. Porque en estos partidos frente a los super grandes ser efectivos es vital. Las que se fallan no se recuperan.

Hasta que Almendra volvió a repetir el gol que le hizo a Lanús una semana atrás y sacó un misil que se le metió abajo a Marcos Díaz. Y con Boca ganando el partido es otra cosa.

El Xeneize disimuló con el resultado el pobre rendimiento hasta el momento y los goles fueron cayendo con ayuda inestimable del fondo del local que primero le cedió una asistencia perfecta al pichón de Palermo, Luis Vázquez, luego le cometió un grosero penal al Chelo Weindgart, que Marcos Rojo convirtió en el tercer y definitivo gol que cerró la goleada.