Le duró poco la resistencia defensiva a Australia. El conjunto más débil del grupo de la muerte llegó al partido con Chile con la única intención de robarle un empate. Sin embargo, los dirigidos por el argentino Jorge Sampaoli rápidamente rompieron el cerrojo defensivo a partir de su gran potencial en ataque.

A los diez minutos fue Alexis Sánchez, el delantero del Barcelona, el que aprovechó la tibieza de la última línea australiana para abrir el marcador y encontrar la paz que la ventaja numérica le da a cualquier equipo. Y más en un debut mundialista.

A partir de ese momento, con el resultado a favor, los chilenos comenzaron a manejar mejor la pelota, ya sin los nervios y la obligación que implicaba ponerse en ventaja. Y a los veinte fue Jorge Valdivia, el enlance trasandino, el encargado de ampliar la ventaja.

Ya viendo que su objetivo se transformaba en una utopía, porque para empatar ahora había que marcarles dos goles a los chilenos, los australianos no se pusieron colorados y se animaron a avanzar más allá de la mitad de la cancha. Y fue con esa desfachatez con la que llegó al descuento: presión de los volantes a la salida de la Roja, centro y cabezazo goleador de su estrella, Tim Cahill. A diez minutos de la finalización de la primera etapa y con lo poco que hizo, el resultado no era mal negocio para los canguros. Y así fue, 2-1 para Chile en los primeros 45 minutos.

Pero todo cambió en el complemento. Como si se hubiera conformado con la victoria parcial, el conjunto de Sampaoli se metió muy atrás y los amarillos, en su afán por hacer historia, fueron en busca de más. Pero no les fue fácil: el arquero Claudio Bravo se conviritó en el hombre más importante de los chilenos en los primeros veinte minutos de la segunda parte. Solo por él se mantenía la ventaja.

Los minutos pasaban y la pelota, de aquí hasta el final del partido, viajó más por el aire que por el verde césped. De esta manera, las situaciones de gol comenzaron a mermar y eso fue beneficioso para la Roja. Con su dura resistencia defensiva, sumada a la ineficacia ofensiva de los canguros, la victoria -de no surgir un imponderable-, no tardaría en llegar. Encima, casi sin quererlo, se encontró con el lapidario 3-1 que firmó JEan Beausejour.

Avasallante al principio y conservador al final, Jorge Sampaoli y su Chile se fueron vencedores del Arena Pantanal de Cuiabá. Era una obligación vencer a la selección más facil del Grupo de la Muerte, y los trasandinos cumplieron su misión. Ahora va en busca de la clasificación, nada menos, que ante Holanda y España.