Aunque ya tenía cuatro novelas publicadas: La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1961), La mala hora y Los funerales de la Mamá Grande (ambas de 1962), no fue hasta la aparición de Cien años de soledad que Gabriel García Márquez ganó su fama y su lugar en las letras mundiales, especialmente como factótum o fundador del llamado 'realismo mágico'.

Y fue en Buenos Aires donde, en a mediados de 1967, la publicara por primera vez la editorial Sudamericana, con una tirada inicial de 8.000 ejemplares que, con el pasar del tiempo, se convirtieron en 30 millones de ejemplares en 35 idiomas.

La obra fue rechazada primero por Seix Barral, por entonces una editorial vanguardista y de las más importantes en lengua castellana. Una vez leída la novela, el editor Carlos Barral le respondió al autor: "Yo creo que esa novela no va a tener éxito, yo creo que esa novela no sirve".

Pero la suerte cambió al enviar por correo el original a Buenos Aires. Y el entonces editor de Sudamericana, Francisco Porrúa, no supo si el colombiano que vivía en México -donde falleció el jueves- "es un genio o está completamente loco".

Lógicamente y promediando la década del 60, cuando el ‘realismo mágico’ en general y Macondo en particular eran apenas el vestigio de un mundo por descubrir, historia y estilo de Cien años de soledad podían confundir a cualquiera.

El que no se confundió fue Tomás Eloy Martínez, en aquella época jefe de redacción de la revista Primera Plana, quien fue convocado por Purrúa para evaluar la obra. Así lo cuenta el propio escritor y periodista argentino:

García Márquez escribió las páginas finales de Cien años de soledad entre febrero y marzo de 1967, acosado por las deudas, sin tener siquiera dinero para sacar una copia del manuscrito. Tuvo que vender una procesadora de alimentos que era su más preciado regalo de matrimonio para poder pagar el envío postal de las quinientas páginas del libro desde México a Buenos Aires. A mediados de abril, el director editorial de Sudamericana, Francisco Porrúa, me llamó por teléfono con una voz exaltada. 'Tienes que venir ahora a mismo a mi casa y leer un libro extraordinario', me dijo. 'Es tan delirante que no sé si el autor es un genio o está completamente loco'.

Luego, el libro "extraordinario" y "delirante" haría su propio recorrido y basaría la obra posterior del García Márquez, reformulando incluso la anterior. Una novela que si bien no fue engendrada ni gestada en Buenos Aires, acá fue parida.