Supongamos que rompemos un huevo, lo colocamos con aceite en una sartén y lo freímos. El huevo ya no podrá volver al cascarón ni estar crudo, y esa es una acción irreversible del paso del tiempo. En nuestro universo el tiempo trascurre siempre hacia adelante y no hay quién lo detenga. El siglo pasado el físico Arthur Eddington bautizó esta situación, a principios del siglo pasado, como «la flecha del tiempo».

Sin embargo en el mundo de las partículas subatómicas las leyes de la Física son simétricas con respecto al tiempo. O lo que es lo mismo, funcionan igual con independencia de que el tiempo transcurra hacia delante o hacia atrás. Es al pasar al nivel macroscópico cuando todo parece "elegir" moverse únicamente hacia el futuro. 

Una de las causas para explicar que el tiempo trascurre siempre hacia adelante se desprende de la Segunda Ley de la Termodinámica, que establece que la entropía (mide el grado de organización del sistema) siempre aumenta dentro de un sistema cerrado. Es por eso, por ejemplo que un huevo, una vez frito, jamás volverá a ser un huevo crudo.

¿Sería posible crear, aquí en la Tierra, sistemas cerrados cuyas condiciones iniciales obliguen a la flecha del tiempo a apuntar en la dirección opuesta? Si la respuesta fuera afirmativa, dentro de ese sistema los huevos fritos podrían "desfreirse" de forma espontánea y el calor podría fluir de los objetos más fríos a los más calientes, informa ABC.

¿Cómo se construye este laboratorio? se busca generar una mezcla de cloroformo disuelto en acetona. El cloroformo (CHCl3), está formado por un átomo de carbono, otro de hidrógeno y tres de cloro, un escenario perfecto para llevar a cabo experimentos de física cuántica, que es capaz de manipular los espin (una especie de rotación interna) de los núcleos de carbono e hidrógeno.

La idea era alinear los núcleos por medio de un potente campo magnético. Los físicos usaron pulsos de radio para invertir uno o ambos espins, y consiguieron que ambos se entrelazaran. Al mismo tiempo, los núcleos de los átomos de carbono e hidrógeno estaban en contacto térmico, lo que significa que la energía térmica podía fluir entre ambos.

Los investigadores podían controlar la temperatura de los dos núcleos y calentarlos de forma independiente gracias a la resonancia magnética nuclear. En estas condiciones, lo lógico sería que, como sucede en el mundo real, el calor fluyera desde el núcleo más caliente hacia el más frío. Pero Micadei y su equipo observaron justo lo contrario.

La clave para lograrlo fue, como se ha dicho antes, el entrelazamiento, el fenómeno que Micadei y sus colegas explotaron para crear el conjunto único de condiciones iniciales que permiten que, dentro de ese sistema, el tiempo corra hacia atrás. El resultado fue la creación de un tipo de "motor" capaz de impulsar la energía térmica en la dirección opuesta a la que nos es familiar. 

Los fenómenos observados por los investigadores no se limitan solo a los sistemas microscópicos, sino que funcionan también a escala macroscópica. Por lo tanto, estos resultados podrían desembocar en una nueva generación de dispositivos en cuyo interior el tiempo correría al revés, y que serían capaces de conducir la energía térmica de objetos fríos a otros más calientes.