El informe de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU), que depende de Unicef, define a basura electrónica a equipos electrónicos y eléctricos que van desde pequeños electrodomésticos hasta monitores de televisión, pasando por teléfonos móviles.

En ese sentido, plantea que se trata de un creciente problema que afecta fundamentalmente a los países más avanzados –tecnológicamente hablando– pero, dado el aumento dramático de las cantidades que se desechan, terminará por ser un problema mundial.

Según el informe, en 2010 se generaron 33,8 millones de toneladas de basura electrónica, cantidad que en 2014 llegó a los 41,8 millones, lo que reflejan que, en términos de kilos por habitante, la media de basura electrónica generada aumentó casi un kilo desde 2010: de 5 a 5,9 kilogramos per capita.

A este ritmo, la UNU prevé para 2018 una población mundial de 7.400 millones de personas que generarán una media de 6,7 kilogramos de basura electrónica cada una; es decir, casi 50 millones de toneladas al año.

Se trata de un grave problema medioambiental, ya que esos desperdicios contienen elevadas cantidades de materiales tóxicos como plomo, mercurio y cadmio. Pero el informe va más allá al considerar el perjuicio económico que semejante despilfarro de recursos acarre.

Es que los 41,8 millones de toneladas de equipos electrónicos y eléctricos desechados en 2014 contenían preciosos recursos, como oro y otros minerales, por un valor aproximado de 52.000 millones de dólares.