Es fácil. Lo primero es atraparlo. Lo segundo gritar para que vengan en ayuda los vecinos. Lo tercero  empezar a golpearlo con un palo, una maza, un zapato duro con el pie adentro. Conseguir que ese entusiasmo se contagie y alentar a todo el barrio a participar del evento. Cuantos más justicieros participen mayor será el efecto sobre el ladrón. En el trance no dejar de exclamar ¡justicia! ¡justicia!, como si a esa palabra la inspiraran Salomón y el tribunal de La Haya. Y –sobre todo- tratar de que sea rápido antes de que pueda intervenir la policía o llegar la ambulancia y llevárselo para salvarlo. Una alimaña no se merece convivir entre la gente civilizada. Por eso cuanto más breve el procedimiento, más efectivo y mejor para evitar que alrededor se concentren criaturas y tengan que ver ese espectáculo. Tantas patadas deforman hasta a un luchador de sumo. Cumplido el desenlace dejar el cuerpo maltrecho y exánime del ladrón en la vereda y dispersarse cada uno hacia su departamento o su casa a cambiase las ropas si estuvieran salpicadas de sangre. Listo el pollo. “Uno menos” se alegrarán con fanatismo ciertos comunicadores de masas hogareñas. Otros, más retorcidos y numerosos, van a decir “polémico linchamiento”. ¿Polémico?

Sin explicar qué es lo polémico de un crimen cometido por criminales pacifistas que incluso, algunos de ellos, sueñan con recibir bendiciones del Papa y se la pasan diciendo que hay que defender a las instituciones y la democracia. 

El método para lograr tener éxito contra el delito es un poco impresionante, casi peor que cuando se mata a un chancho y chilla como un chico. Pero tan eficiente y certero que no requiere ningún papelerío ni gasto jurídico. No se entiende cómo no lo saben los que arman el código penal con abuso de miel y anestesia. Si cada vez hay más recursos letales de aplicación casera para combatir insectos, “puf, puf” y se les pasa la escoba para hacerlos correr bien muertos por la rejilla. Cómo no hacer lo mismo para combatir a los delincuentes.

Es fácil matar a un ladrón. Más difícil es matar una cucaracha.