Casey Lubin tenía solo dos pequeños tatuajes, pero al enterarse del desafío aceptó de inmediato: se sometió a largas y dolorosas jornadas, para plasmar en su piel los once dibujos más representativos del arte que se graba en la piel.

Cada pieza tiene el estilo de un tatuador norteamericano icónico de cada década. El plan fue llevado a cabo por el reconocido tatuador Clae Welch, y en una semana, los once tatuajes quedaron inmortalizados en la piel de la joven.