Las exageraciones siempre están a la orden del día, y cuando los niños desconocen situaciones tienden a multiplicar con creces su asombro.

Probablemente, en este caso los nervios fueron más que el propio pinchazo, ya que no hubo demasiados movimientos para intentar zafarse, sino más bien, un contagio de las risas detrás de cámara.