"No salimos de tu costilla, vos saliste de nuestro útero". Esa frase que leí por ahí marcó el hilo de la marcha que viví ya que considero que hay muchas, cientos de marchas dentro de una misma marcha, porque hubo tanta pero tanta gente, carteles, performances, historias y dolores, que cada quien se llevó a su casa algo distinto de un reclamo en conjunto: Vivas nos queremos. 

Con pañuelo verde al cuello, símbolo del aborto legal, libre y gratuito, la idea fue caminar despacio y toparse con lo que la marcha desde el Congreso de la Nación hasta Plaza de Mayo ofrecía. Y así fue, enganchada del brazo de una amiga comenzamos a marchar, señalándonos carteles fuertes, leyendo frases que de cuando en cuando nos llenaban los ojos de lágrimas. Como un vómito muy chiquito de un montón de sensaciones. 

Porque no es fácil de explicar lo que le sucede al cuerpo con semejante nivel de empatía. Ahí estábamos miles y miles de mujeres pidiendo por favor, siendo pacíficas, siendo valientes. Pero no solo eso, también habían hombres hermosos que gritaban callados lo que todos ellos deberían gritar actuando. Ojalá alguien haga un álbum y lo suba a las redes con la cantidad de mensajes y de frases geniales que había ya que cada cartel fue la clave de una marcha que tuvo tantísimo para decir. 

Durante las primeras dos horas, cuando marché aferrada a mi amiga, emocionadas por la multitud, busqué un escenario en donde la convocatoria se haga carne, un lugar en donde se lean puntos, se cuenten avances, retrocesos. Un micrófono para los familiares. Un grito al aire, fuerte, claro y desesperado. Referentes, pedidos, enojos. No creo que haya manera de dar un mensaje conciso si no hay mensajerx. Seguro me equivoco porque considero también importante al silencio y el poder de un reclamo en forma de masa materializado en cuadras y cuadras de protagonistas, pero me generó algo de tristeza cuando noté que lo que buscaba no existía. Que no habría este año alguien que nos cuente los cambios, el estanque o las buenas, nulas, malísimas decisiones políticas. Necesité alguien que me de esperanza, que plantee un punto de partida y un objetivo. Acá podemos decir que el objetivo es que no nos maten, sí, pero va más allá. Los asesinatos son la consecuencia de un sistema que está mal desde sus incios y si no enviamos los mensajes correctos, vamos a tardar más. Y tardar no es sólo demorarse, es que sigan muriendo mujeres por esa maldita mala suerte que tuvimos de nacer mujeres.  

Hago una pausa para hablar de las travestis y de su intensa y contundente columna. "Señor, señora, no sea indiferente, se matan las travestis en la cara de la gente", fue uno de los gritos que más se escuchó en la marcha y uno de los pedidos que, siempre desde mi humilde perspectiva, es de los más urgentes: cupo laboral trans. Las mujeres trans son violadas y asesinadas por culpa de un Estado que en vez de cuidarlas las discrimina. Su expectativa de vida es de 40 años, más del 50% vive con HIV y en muy pocas situaciones consigue un trabajo que no sea la prostitución. Con la adoctrinación binaria y heteronorma que existe, ya bastante difícil es aceptar y amigarte con tus deseos sexuales, pero ellas, además de eso, están obligadas a trabajar de prostitutas aunque así no lo deseen. Su orientación sexual las libera de vivir como alguien que no quieren ser, pero al mismo tiempo, por un Estado que las asesina por omisión, es su propia jaula.  

Detalle no tan detalle: muchas chiquitas con carteles fuertes, con mensajes de protesta y decisión. Antiprincesas y antimachistas. Mujercitas de ocho, nueve años con una idea clara, con mensajes contundentes que seguramente orientarán sus vidas y las llevarán por el camino de la lucha y no de la pasividad, de poder decidir, del no menospreciarse y de entender que ser mujer jamás volverá a ser lo mismo. 

Travestis, aborto legal y nenas antiprincesas

Y para ya terminar, no porque no tenga muchas más cosas por decir sino simplemente porque la concentración para una nota de Internet es escasa y complicada: en esta marcha el pañuelo verde lo até con doble nudo. Porque si bien el año pasado el aborto libre, seguro y gratuito no estaba contemplado, el viernes estuvo presente. Una columna rebalsada de mujeres al frente que entraron con el ritual tan particular de arrodillarse, gritar como indias a punto de entrar al campo de batalla y correr con la bandera alzada hasta la plaza. Estuve en el momento exacto en el que ese grito se transformó en fuerza y esa fuerza en corrida y puedo asegurar que estés o no a favor de la legalización de un problema que ya se llevó la vida de más de cinco mil mujeres desde que estamos en democracia, te erizaba la piel igual. Por su empuje y carga ideológica, mi marcha estuvo condicionada por el color verde y por cada mujer que muere al no contar con los recursos para realizarse un doloroso y traumático aborto mugriento e ilegal. Ahí también el Estado es el culpable. Ahí otra vez es el Estado el asesino.