Quien haya pasado por el kilómetro 1.508 de la Ruta 237, camino a Bariloche o Villa La Angostura, quizá habrá visto la casilla que se levanta al costado y tal vez divisado a su morador, un hombre de barba gris y vestimentas andrajosas.

Al llegar a algún pueblo cercano, Picún Leufú o Piedra del Águila, quizá haya preguntado y escuchado la mítica historia: el accidente en el lugar, las muertes de la familia y la decisión de quedarse allí por pura culpa o quién sabe qué otra misteriosa razón…

Sin embargo, no hay ningún misterio en la vida de Argentino Libertador Aranea, llamado también “el ermitaño de Collón Cura”, quien durante el último fin de semana fue trasladado por un grupo de voluntarios (agrupados a través de Facebook en Todos por Argentino) al hospital de Piedra del Águila.

Allí se comprobó el buen estado de salud de este hombre de 59 años, según publica el portal local El Andino, que hace 30 se instaló al costado de la Ruta 237 y desde entonces vive en el lugar en absoluta soledad, ya casi transformado en mito.

“Me gusta la soledad”, respondió el hombre cuando el diario Río Negro lo consultó sobre el origen de su decisión. Y no hay fuerza que lo haga volver a la ciudad o al pueblo, algo que su hermano ha intentado.

Amador Aranea vive en Dina Huapi, a unos 130 kilómetros de Collón Cura, y lo visita asiduamente; de cuando en cuando, incluso, se lo lleva a vivir a su propia casa, pero no hay caso: Argentino agarra sus cosas a los pocos días y reclama el retorno a su fría soledad.

“No me gusta el pueblo. Me gusta estar solo”, insiste “el ermitaño de Collón Cura”, que puede ubicarse por la bandera del Neuquén que indica el sitio donde vive. Ahí hay una tarima de madera, donde camioneros y ocasionales visitantes suelen dejar alimentos y agua envasada.

No mucho más parece hacerle falta a Argentino, salvo alguna ocasional visita al médico para verificar que la soledad y el clima patagónico, en medio de la estepa precordillerana, no hacen mal a nadie.