Nacido el 16 de marzo de 1840 en la ciudad cordobesa de Villa Santa Rosa, el cura Brochero desplegó una intensa labor misionera en una amplia zona de las serranías cordobesas, donde se desplazaba en mula, hablando con la gente de campo, los gauchos, en su mismo lenguaje... para llevarlos a Dios.

Beatificado en virtud de un decreto de Benedicto XVI, pero con una ceremonia que se realizó en septiembre de 2013, ya iniciado el pontificado de Francisco, Brochero encarnó el modelo de sacerdote que el pontífice argentino tantas veces invita a seguir.

Fue precisamente Francisco quien, con motivo de la beatificación, definió al cura cordobés con esa imagen tan contundente, un "pastor con olor a oveja", que "se hizo pobre entre los pobres, que luchó siempre por estar bien cerca de Dios y de la gente, que hizo y continúa haciendo tanto bien, como caricia de Dios" a un "pueblo sufrido".

Brochero fue ordenado sacerdote con 26 años y en 1869 le confiaron el extenso curato de San Alberto, con sede en Villa del Tránsito -hoy la ciudad Cura Brochero-, donde trabajó por la educación de los niños y por la atención de los enfermos, los campesinos y los presos.

Era una zona de altas cumbres, de "ovejas" desperdigadas, sin caminos, sin escuelas, sin capillas, y hasta allí llevó el Evangelio a lomo de su mula "Malacara". Y se transformó así en el "cura gaucho".

A todos se daba, con predilección por los pobres y los "descarriados", y cuando le cuestionaban que se acercara a ciertas personas, alegaba: "La culpa la tiene Nuestro Señor, que Él obró de la misma manera y paraba en la casa de los pecadores para atraerlos a su Reino".

Quizá su anécdota más famosa sea la de cuando se aventuró en el monte para buscar a un peligroso bandido. Cuando por fin lo halló, se desató un verdadero duelo. El hombre desenfundó su trabuco y Brochero, su crucifijo. Terminaron tomando unos mates. Y el malhechor se convirtió.

Una de sus grandes apuestas pastorales fue la promoción de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola, a los que solía llamar "baños del alma".

Al principio llevaba a sus feligreses en caravana hasta la ciudad de Córdoba para renovarlos con los Ejercicios ignacianos, hasta que pudo construir una Casa de Ejercicios espirituales en Villa del Tránsito.

"¡Te jodiste, Diablo!", dicen que dijo cuando arrojó una piedra gigante en los cimientos para la casa.

Andaba siempre "armado" con un rosario, se confiaba a la Purísima -como llamaba a la Virgen- y decía que "un sacerdote que no tiene lástima de los pecadores es medio sacerdote".

"Estos trapos benditos que llevo encima no son los que me hacen sacerdote; si no llevo en mi pecho la caridad, ni a cristiano llego", aseguraba.

La preocupación por su rebaño le llevó a construir, junto a sus feligreses, escuelas, iglesias y caminos y llevar a esa zona olvidada servicios postales y ferroviarios.

Murió el 26 de enero de 1914 en su tierra de misión, ciego y con una lepra que contrajo por no dejar el contacto con esos enfermos.

"El cura Brochero tiene la actualidad del Evangelio, es un pionero en salir a las periferias geográficas y existenciales para llevar a todos el amor, la misericordia de Dios. No se quedó en el despacho parroquial, se desgastó sobre la mula y acabó enfermando de lepra, a fuerza de salir a buscar a la gente, como un sacerdote callejero de la fe", ha destacado Francisco.

Brochero es considerado como el primer santo "totalmente argentino" ya que el religioso Héctor Valdivieso Sáez, canonizado en 1999, si bien nació en Buenos Aires, solo vivió en Argentina hasta sus 4 años y emigró con su familia a España, donde murió mártir en 1934.