Ya está aclarado con “buena leche” el extravío santo del locuaz y entrometido monseñor Karcher, que desdijo mal la salutación patria del Vaticano y se corrigió, tarde , del blooper. Así que el mensaje papal es legítimo te lo juro por esta.  Al principio hubo varios sospechados por la supuesta patraña. De cajón los  primeros señalados fueron Mariano Obarrio, de La Nación, con antecedentes mitómanos comprobados; la producción de Lanata completa con todo su laboratorio de falsificación y fraude; el exiliado profugado Capdevila; la extraviada hormiguita-ya hormiga- Graciela Ocaña; el fiscal inmaculado o maculado Campagnoli; todas las voces de TN y de radio Mitre sin excepción incluyendo a las voces que no se oyen pero que están detrás apuntando con señas; y también todos los miembros del jurado de los Martín Fierro. Aunque estos menos por no poseer las capacidades de producir una mentira que aunque sea un ratito luzca verdadera.

Por suerte el contundente verbo cristiano liberó de sospechas a todo ellos. Aunque durante un tiempo quedará flotando ese dicho tan poco espiritual “la mala leche”. El dicho, dicen, tiene su origen en la idea de que la calidad y cualidad de la leche materna de los amamantados les define el carácter. Aristóteles lo afirmaba en la Antigua Grecia. Pronosticaba el temple guerrero de un pueblo según la producción mamaria. O su contrario: la cobardía. Lo que significa que no es lo mismo para un recién nacido mamar la leche de una teta agria que de una saborizada, o de una teta alegre que de una deprimida. Más obsceno es aceptar que el dicho proviene del lenguaje machista que le confiere al semen el sinónimo del lácteo, empleándoselo para reprobar la mala suerte. Esta versión convertiría en sospechoso al padre Grassi y a otros presbíteros de incontenibles indecencias carnales.

Desde ya, que salvo que monseñor Karcher haya tenido él “mala leche”, el mensaje patrio de Francisco es fiel al protocolo. Los medios, a su modo, seguirán glotonamente mamando la mala leche. Que es su natural alimento. Sin él se extinguirían, ya que no resistirían tener que ejercer con sinceridad y humanismo.

Queda el suspenso de si en el Tedeum del domingo 25 habrá alguna referencia al asunto desde el púlpito. Dios dirá.  Finalmente, la garantía para que este desconcierto pontificio no se repita, tiene dos opciones: una absurda y otra práctica. La absurda sería pretender que  el propio Francisco,  para asegurarse, sea  él  mismo portador de las misivas a cada destinatario del mundo y  se la pasara viajando. La opción práctica es que el Vaticano proceda a una más rigurosa selección del personal. Allá, bajo el manto sagrado, opera la intriga.  Y con caras de angelitos, abundan los Cobos, Massa y Alberto Fernández. Acá abundan los mensajeros mediáticos apócrifos, los que de tanto mentir y mentirse acaban retorciéndose en el infiernito de sus truchadas. Pero no cesan. Y joden, conspiran, operan, reptan, dañan, maldicen y mienten. Cuesta mucha intensidad política desmentirlos. Cuesta mucha inversión en trenes, en protecciones sociales, en afanes educativos y en rescates poblacionales. Cuesta porque las Carrió y los Morales  desatados se la pasan tirando augurios negros mientras blanden crucifijos diabólicos y promesas de juicios abismales. No sé si será cierto, pero dicen que cuanto más escandalizados e indignados se sienten los opositores al gobierno es cuando más están fingiendo. El disfraz moral –cuyo estilo condensa Nelson Castro- los condena al ridículo. Pero no escarmientan y se siguen ridiculizando, como si esa fuese su verdadera esencia política y periodística.

Acaso fue una suerte la  inoportuna “karcherada” romana y el blooper del monseñor fue una moraleja inesperada. Sirvió para mostrar la “mala leche” de la herética oposición argentina.

Amén.