Fue el momento de quiebre con gran parte del electorado, que hasta el momento lo miraba con simpatía. Bastó que Javier Milei, siguiendo su derrotero anarco libertario, expresara su idea de que la venta de órganos debería ser al mejor postor para que se fruncieran las caras de los que lo venía escuchando con atención.

Esa frase se la dijo a Jorge Lanata, precisamente un trasplantado, quien le contó a Luis Novaresio que a él le ofrecieron comprar en forma ilegal un riñón, lo que le pareció éticamente deplorable.