EL LEGADO SILENCIADO DE EVA PERÓN (II)
Por Alberto Daneri
Quiero rebelar a los pueblos. Quiero incendiarlos con el fuego de mi corazón.
(Eva Perón, “Mi mensaje”)
En una revolución en paz que logró la inclusión social de las mayorías, Eva les marcó el rumbo a todas las mujeres que vinieron después de ella. Demostró que la mujer puede ser una igual. De cualquier hombre.
El casi inhallable texto “Mi mensaje”, que conservamos, sigue siendo un enorme misterio para la mayoría de los argentinos. Todos temieron divulgarlo. El Partido Justicialista nunca lo avaló, dado su descarnado lenguaje, que en tres años se descubrió profético. Perón es el cóndor que vuela en soledad, como en “La razón de mi vida”; pero aquí Eva, “a pesar de mi pequeñez”, dice que debía “volar con él” para cuidarlo.
“Vi su corazón, y sobre el pedestal de su corazón el mástil de sus ideales”.
Cuidarlo por la fe y credulidad de él en la gente. Y al pueblo sublevado frente a la injusticia. Se reconoce fanática. Para ella no es un sinónimo del fundamentalismo –como actualmente- sino algo usual que nomina la defensa de una causa nacional y popular. Un diccionario lo certifica. El fanático, “defiende sus creencias con tenacidad y apasionamiento”.
No hace falta hacer la apología de esta mujer: ganó renombre con una actuación política que entre sus congéneres marcó rumbos mundiales. Una vida intensa y dolorosa, de enorme potencia política, retratada en forma caricaturesca (como dice Felipe Pigna) sin darle la palabra a ella sino a sus detractores; como el autor de la ópera “Evita”, un inglés que la reflejó basándose en los chismes de la clase alta. Vi en España esa deleznable ópera en los años ´80, donde Eva aparecía como una puta que atendía a la larga fila de militares que iban a visitarla. Vergonzoso.
Pero a la lacerante difamación le otorgó ese presidente privatista que fingía ser peronista (Menem) el balcón de la Casa de Gobierno, para que la actriz Madonna falsificara una vida plasmando la de la bastarda que el cipayismo argentino disfruta, subvaluada por la mirada europea.
A pesar de su afán por ascender de clase, Eva nació y vivió con rabia. La masa la prefirió a ella –y la juventud en el debate de los años ´70- sobre Perón, le adjudicó una personalidad más batalladora y jacobina. Ese evitismo fue un error histórico, ya que “Evita” sin Perón no hubiera existido en la política. En cambio, Perón habría sido ese socialista que era sin ella a su lado. Y el conductor que formó a numerosos cuadros. Entre ellos a Evita, cuya capacidad de conducción resultó inesperada.
Por lo cual las Fuerzas Armadas vetaron su candidatura en 1951 a la vicepresidencia: ser mujer y con poder, en un país machista pero con voto femenino (la primera vez que ellas votaban) era nocivo, según los poderosos. Llamada “resentida” desde un principio, Eva asombró con su propuesta de armar a los obreros en noviembre de 1951, luego del intento de golpe del general Menéndez. Político, Perón rechazó la idea pese a que buscaban matarlo, y fue dadivoso con los complotados. No alcanzó. Al morir pronto Eva, en 1953 su Gobierno comenzó a decaer.
Reaccionó tarde Perón ante quienes bombardearon la Plaza de Mayo en junio de1955. Disimuló la cantidad de muertos, superior a los 300 aceptados oficialmente. Primero fue agresivo, luego tolerante. El juego pendular de Perón era ineludible por la relación de fuerzas existente.
Legó la Revolución Libertadora (o Fusiladora) de 1955. Fue una farsa. Los que se rebelaron eran fingidos amigos: todos le debían su honor, sus carreras, sus medallas. Videla Balaguer juró que prefería perder su cabeza antes que atentar contra la ley; Bengoa dijo que no era un desnaturalizado; Aramburu había recibido una espada de honor y le juró que trataría de merecerla; y Lagos un caso de excesiva lealtad y discursos fogosos. Pero se enojó: no quería compartir el campo de golf con la “mersa” (negrada). Otros decían que no les alcanzaba el sueldo para tener tres sirvientas. Ese era “su amor a la libertad”, dijo en “Perón tal como es” el general: “Si hubiera tenido la plata que me atribuyen, los compraba a todos”, sonreía. Perón cedió. Notó que sus generales, tras noches despiertos, tenían ojeras: no querían luchar.
Hay un odio visceral al de abajo, que en las clases poseedoras nunca cesa. Quisieron hacer desaparecer (tomando como botín de guerra el cuerpo de Eva) su historia y la de otros sumergidos. La Iglesia ayudó a los militares a ocultarlo en Italia, tenían miedo a una contrarrevolución. Su excusa fue que si lo veía el pueblo “acababa la paz social”. El Papa Pío XII lo aprobó. Porque Eva era, además, hija adulterina: un crimen.
Exiliado, Perón captó el daño que causó al no resistir el ataque. Si Eva hubiese vivido, para defender al gobierno constitucional llamaba a una guerra civil, como en España en 1936. Dos generales, Sosa Molina y Lucero, querían luchar, no rendirse. Dolido por la represión al pueblo, escribió “La fuerza es el derecho de las bestias”. Nació la Resistencia. El dictador Aramburu fusiló al general Valle y otros, sin juicio ni piedad.
Se trituró al peronismo con argumentos abominables y faltos de rigor histórico: “es un sentimiento”, “fruto de la demagogia”, “poco racional”. Sin respetar su doctrina. Los liberales lo llamaron “populista”, vocablo al que veían negativo. No se nombró la Tercera Posición, contrapeso en ese tiempo a la primacía mundial de EE.UU y de la Unión Soviética.  Además, dictó “20 verdades”, ignoradas después durante medio siglo. Como realizar el Estado de Bienestar, que aprendió Perón de Keynes.
Pocos núcleos peronistas analizan a Eva: cuanto más lejana, mejor. Y el evitismo Montonero tampoco le hizo justicia. Eva fue la compañera y alumna, ideológicamente fiel a su líder y marido. A pesar de ello, y al cariño con el que se trataban pública o privadamente (de lo cual aún existen testigos), un vanidoso guionista la plasmó en un film sobre su vida como una temible ambiciosa, que maltrataba a un blando Perón.
Ya que tuve el placer de almorzar con él siendo jovencito (y con veinte compañeros) digo que enseñaba a los otros a ser una mejor persona. Sin buscarlo. Porque como Malraux, era un hombre de pensamiento al que los hechos del 17 de octubre convirtieron en un hombre de acción.
¿El cuerpo de Eva? Lo retornaron orinado, con la nariz rota y horribles profanaciones. Perón le sacó una foto. Se ocultó al pueblo. De saberlo quizá se habrían evitado posteriores desapariciones. Igual Eva logró la igualdad de sufragio con la ley de 1947; la jurídica; y la patria potestad compartida, el art. 39 de Constitución de 1949, anulada tras ese golpe de 1955. Revela que la violencia no la inició el peronismo. Tenía votos,  no la necesitaba. La iniciaron los militares, tomando el sitio del votante.
Cuando la reacción popular trajo a Perón en 1973, él se volcó hacia la derecha buscando frenar un golpe similar al de Chile. Pero según J.M. Abal Medina -su ex delegado para la JP- se arrepintió de haberle dado alas a la derecha extremista. Él vivía física y mentalmente decaído, se hundió tras el infarto ocurrido durante la secreta operación de próstata.
La operación a Perón la realizó en febrero de 1973 el famoso urólogo español Puigvert. Afirmó en sus memorias que al morir, Perón tenía 80 años y no 78, como se conjetura. A partir de febrero crece la influencia de López Rega: oculta el infarto y la escasa salud de Perón, buscando sumar poder. Servía café y nadie le hizo caso. En tanto, Montoneros le refutaba infantil a Perón su poder: “Montoneros y Perón, conducción”. En la Plaza, Perón reaccionó ante quienes le discutían e insultaban a su mujer. Se fue la jerarquía montonera; el resto la siguió, confundido.
Ante Perón todos callaban. Era quien invitó a Allende a la asunción de su delfín Cámpora; a Dorticós (presidente de Cuba y el vocero de Fidel Castro) y a otros progresistas de América; fue el primero que rompió el bloqueo mundial comercial a Cuba (le vendió autos y maquinarias que  Cuba sólo pagaría al gobernar Néstor Kirchner) y despidió soberano a agentes de la CIA con oficinas en Ezeiza. No era ningún reaccionario. En los 10 meses que fue presidente antes de morir, por primera vez en 25 años el trabajador recuperó el 49% del ingreso, frente a la patronal.
¿Qué pasó cuando murió? Llegó la anarquía y luego la peor dictadura. Cuando tenía 81 años, charlando, Vicente Solano Lima, el casual y fiel compañero de fórmula de Cámpora en ese fugaz gobierno de 33 días, (él era Conservador, no peronista) señaló: “Perón retornó y actuó muy poco en política, estaba ya enfermo. Quiso darle más espontaneidad a las fuerzas populares. Lo bueno es que nunca excluía a nadie, ni a los más radicalizados. La anarquía posterior fue porque no lo interpretaron bien. Él no quería a Isabel de vicepresidenta. Perón ignoraba a López Rega, no le hacía caso. Él vino a morir, ya estaba fuera de la historia”.
“Se reía Perón si yo mencionaba el centro: “El centro no existe, es una línea que divide a la derecha y a la izquierda”, decía. Era un socialista, casi de izquierda. ¿Revolucionario? Totalmente. Me lo confesó. Creía en la revolución pero sin sangre, optaba por el tiempo. Cumplir etapas. Para él la revolución era una evolución acelerada. La historia no puede ser cambiada. En la conducción todos querían ser sus herederos. No había lucidez y llegó el golpe del 76. Usted lo verá: en el 2000 tendrá razón (él pensaba lejos, no en hoy o mañana) y “unidos o dominados” los pueblos se rebelarán para cambiar estas sociedades”. Tuvo razón.
Si bien Perón sobrevivió a Eva 22 años, nunca quiso ni logró olvidarla.
Tras la esperada muerte del Líder (1974) el peronismo subsistió como “hecho maldito” y se acomodó a lo que iba ocurriendo políticamente, a las dictaduras y a esas limitadas democracias. Retrocedió con Menem. ¿Cómo previó Eva lo que pasaría tras su partida, esa traición general?
A dirigentes sindicales que venían del proletariado (es decir, de donde había fábricas) y del subproletariado (del interior sin una fábrica, como apuntó Pasolini del sur italiano: Roma, Nápoles, Sicilia) los compraría como títeres la burguesía. Hoy son empresarios con iguales intereses. Ni que decir tiene que les va bien en el negocio y buscan poner límites a los gobiernos: lo primero que piden es que nadie les toque sus cajas.
El inesperado texto de “Mi mensaje”, debió resultar igual a una bomba atómica para sus primeros lectores, por su rigor y evidente sinceridad. Un libro donde la primera en autocriticarse es Eva: “Yo me vestí con todos los honores de la gloria, de la vanidad y del poder. Me engalané con las mejores joyas de la tierra. Lo acepté sonriendo, prestando mi cara para guardar mi corazón. Sonriendo, en medio de la farsa conocí la verdad de todas sus mentiras”. A partir de su regreso de Europa es que adoptó para siempre la sencillez: traje sastre y peinado recogido.
Un texto emocionante, donde ataca con osadía al imperialismo: “Se dice defensor de la justicia mientras extiende las garras de su rapiña sobre los bienes de todos los pueblos sometidos a su omnipotencia. Se proclama defensor de la libertad mientras va encadenando a todos los pueblos que tienen que aceptar sus inapelables exigencias”. Eva condena, antes de que surja, al neoliberalismo destructor del Estado.
Recordemos que EE.UU es uno de los pocos países jamás invadidos. ¿Qué diría Eva si supiera que antes y después de su muerte ha sido el que más gente mató fuera de su territorio? Cuba, Primera y Segunda Guerra, Corea, Vietnam, Afganistán, Irak, Laos, Camboya. Invadió por 50 años a países de América Latina: República Dominicana, Panamá, Nicaragua. Fue cómplice en decenas de golpes de Estado en la región con millares de torturados y asesinados. Hoy tiene 1000 bases en 100 países, y participó en 201 de los 248 conflictos armados desde 1945.
Más pruebas: EE.UU. es el único país que arrojó bombas nucleares y utilizó armas químicas en Vietnam e Irak, con “efectos colaterales” que afectaron a millones en la población civil y aún a sus propios soldados. ¿Y las Naciones Unidas? Silenciosas. Pocas personas saben que en 1966 dos Premios Nobel –Bertrand Russell y Jean Paul Sartre- con la participación de 28 países y otros intelectuales, juzgaron en Suecia en el Tribunal sobre Crímenes de Guerra en Vietnam la tarea de EE.UU. Soldados desertores de EE. UU. testimoniaron sobre estos crímenes.
¿Cuáles? Murieron dos millones de vietnamitas y tres millones fueron heridos. Sólo 58.000 bajas de EE.UU. El fallo al agresor: culpable de “bombardear objetivos civiles de modo deliberado, sistemático y a gran escala. Ataques a poblaciones civiles, viviendas, pueblos, hospitales, colonias de leprosos, colegios, iglesias, pagodas”. Aun así, USA perdió la guerra en 1975. Luego la ganó: impuso allí su economía; y mediante sus films: en “Rambo” los soldados agredidos son siempre de EE.UU.
La sagacidad quijotesca de “esa mujer” captó lo ruin del imperialismo.  El Tribunal halló a USA culpable por “dar trato prohibido a prisioneros de guerra” y por dar “tratos inhumanos prohibidos a la población civil”. Hoy se repite con ataques de Israel a ciudades abiertas y civiles en la Franja de Gaza. Muertos palestinos: 1047 (192 niños). Proporción de bajas: 35 a 1. El civil no debe ser el blanco. No es guerra, es masacre.
Si bien Eva dice en “Mi mensaje”: “No soy antimilitarista ni anticlerical”, refuta a los militares de su época y acierta (luego hubo cuatro golpes: 1955, 1962, 1966 y 1976): “Yo no diría una sola palabra si las Fuerzas Armadas fuesen instrumentos fieles al pueblo. Pero no es así: casi siempre son carne de oligarquía. (…) “Sé también que a los pueblos les repugna la prepotencia militar, que se atribuye el monopolio de la Patria” (…) Con armas pueden matarnos. Pero morir de hambre es más dolor. ¡Y sabemos lo que es morir de hambre!”. Los veía venir.
Eva censura a la oligarquía, a “los privilegiados” de ideología foránea: “Son más abominables que los imperialistas. Se entregan vendiendo y a veces regalando por sonrisas la felicidad de sus pueblos”. Hoy quizá citaría a periodistas, economistas y empresarios que apoyan a fondos buitres: “Muchas veces los he oído disculparse ante mi agresividad irónica y mordaz. No podemos hacer nada, decían. No podemos hacer nada es lo que dicen todos los gobiernos cobardes de las naciones sometidas”. Las corporaciones nunca cambian: el día del aniversario de Eva, el presidente de la Sociedad Rural (un marciano para quien ésta fue “la década depredada”) cometió un fallido; dijo que “el hambre ilumina al país”. Si es el hambre de los otros. Hubo aplausos. Dice Eva en el texto: “pertenecen a una raza que nunca morirá definitivamente”.
Eva sobre la burguesía sindical: “Los he visto marearse en las alturas. Dirigentes obreros entregados a los amos de la oligarquía, por una sonrisa, un banquete o unas monedas. Los denuncio como traidores. (…) Hay que cuidarse de ellos: son los peores enemigos del pueblo. Sufrieron con nosotros, pero se olvidaron de nuestro dolor para gozar la vida sonriente que les dimos con la jerarquía sindical”. ¡Hagan una   fila, señores! Desde 1955 a hoy, traidores sindicales hubo ya decenas.
Eva es una figura transgresora. Por eso Cristina la rescata a menudo. Es difícil avanzar, si parte de la CGT cuestiona todo, con sindicalistas-empresarios, enemigos del proyecto kirchnerista. “Sólo los pobres te serán fieles”, le dice Eva a Perón. Los dirigentes sindicales evitan que las bases elijan: presionan y siguen años. ¿Representan a la mayoría? En agosto harán una huelga para reducir los Réditos a la minoría que cobra de bolsillo más de $ 15.000: el 10,9%. El fantasma de Eva está más presente en la odiadora clase alta que en la memoria sindicalista.
Dante habla con desprecio de aquellos que nunca han recibido “honra ni vituperio”. Eva y Cristina recibieron y reciben a esos dos impostores. Y dedujeron que la única lucha que se pierde es la que se abandona.
No olvida Eva a los políticos desleales. Los define como “ambiciosos”: “No tienen doctrina, porque no tienen otra conducta que su egoísmo. Hay que buscarlos y marcarlos a fuego, para que nunca se conviertan en dueños de la vida y las haciendas del pueblo”. ¿Qué otra cosa son Menem, Duhalde, Cavallo, Massa, Cobos, Alberto Fernández y otros? “Se marean también ellos, y no hay que olvidar que cuando un político se deja dominar por la ambición, es nada más que un ambicioso”, dijo.
Y acota: “Vi desde el primer momento la sombra de los enemigos, que acechaban como buitres desde la altura”. Siempre hay buitres adentro.
Tiene palabras duras para ciertos compañeros dentro del movimiento, viendo a Perón (quizá otros cercan a Cristina) “rodeado de enemigos y ambiciosos que se disfrazaban con palabras amistosas. Y de amigos que no sentían ni el calor de la sombra de sus ideales”. Actualmente, uno sabe que los enemigos de los amigos (de Ecuador, Bolivia, Brasil o Venezuela) son nuestros enemigos. Y que los amigos locales de los enemigos fondos buitres (Carrió, Macri y otros) son también enemigos. Sólo los enemigos de nuestros enemigos pueden ser nuestros amigos.
Eva replica a la jerarquía clerical, que intuye golpista: “Yo no he visto sino por excepción entre los altos dignatarios del clero, generosidad y amor. He visto mezquinos y egoístas intereses y una sórdida ambición de privilegios. (…) Les reprocho haber traicionado a Cristo, y reprocho olvidarse del pueblo y haber hecho lo posible por ocultar la figura de Cristo, tras la cortina de humo con que lo inciensan”. No se equivocó.
En 1976-83 esperaban a quienes bajaban de los aviones tras arrojar a gente viva al mar para consolarlos y justificar sus crímenes. Eva dice que los militares llamaban “chusma” al pueblo, y creyó que ocuparían el lugar de la oligarquía, pero sólo eran los ciegos servidores de ésta.
Fragmentos del poema “Absolución”, de mi libro “Desnudo ante el viento” (Editorial Catálogos): “Muerte, dientes de penas, / sangre filtrada en el agua /muerte, llovizna espoleándote al abismo /muerte, borrasca desvanecida entre lágrimas secas. // Espalda contra espalda. Cadáver y respira. / El rebelde/ “debe purificarse en un Jordán de sangre”. / La que hoy te salpica/ está bendecida, hijo. / ¿Arrojaste a cientos? ¿No logras dormir?/ Comulga. Tus pecados he perdonado”.
Purificar con “Jordán de sangre” era el remedio de un conocido obispo. La Iglesia nunca pidió perdón por incitar a los jóvenes contra Perón en 1953, ni por el bombardeo “Cristo Vence” a la Plaza de Mayo en 1955, ni por su aplauso a la dictadura genocida. Tampoco el Papa Francisco.
Dispone Eva en el texto que sus bienes los tenga  Perón y luego, junto a las joyas que le regalaron por el mundo, todo se venda y “constituya un fondo de ayuda social para los casos de desgracias colectivas que afecten a los pobres”. Nunca se cumplió. Se apropiaron las herederas.
Con el reloj de su vida quedándose sin cuerda, la sombra de la muerte no impidió a Eva trabajar hasta el último día de su precaria existencia. Y aún lucha, pues frente a los fríos e indiferentes jamás se entregó. Ni olvidó la lección plutarquina del destino infernal que a ellos les espera.
Anhelaba un país de ayuda mutua entre los seres humanos, un país donde nadie humillara a los demás, ni debiera soportar ser humillado.
Abnegada, Eva volcó el bien a raudales, espada en mano cual Cyrano, el personaje que admiraba. Nimbada de un final de martirio (colocaban pesas en la balanza para que no notara que sólo pesaba 31 kilos) tuvo conciencia de su final pero lo calló, entre recomendaciones a Perón de no olvidarse de los pobres. Señalaba él durante 1973: “La figura de mi compañera cobra una dimensión legendaria”. Cuando tanta calumnia (tributo que el egoísmo rinde al mérito) se apacigüe, dejando atrás a la insaciable “jauría” (así la llamaba Eva), se encontrarán en algún lugar.
Su obra y su voz: “Donde existe una necesidad, nace un derecho”. El fantasma de su ejemplo oscila siempre sobre el país: “Sangra tanto el corazón del que pide que hay que correr y dar, sin esperar”. Con alma.
Crearon conciencia en la gente de que ninguno es más que el otro. Él y Eva, la joven de mirada castigada, un carbón encendido de rebeldía.

Quiero rebelar a los pueblos. Quiero incendiarlos con el fuego de mi corazón.

(Eva Perón, “Mi mensaje”)

En una revolución en paz que logró la inclusión social de las mayorías, Eva les marcó el rumbo a todas las mujeres que vinieron después de ella. Demostró que la mujer puede ser una igual. De cualquier hombre.

El casi inhallable texto “Mi mensaje”, que conservamos, sigue siendo un enorme misterio para la mayoría de los argentinos. Todos temieron divulgarlo. El Partido Justicialista nunca lo avaló, dado su descarnado lenguaje, que en tres años se descubrió profético. Perón es el cóndor que vuela en soledad, como en “La razón de mi vida”; pero aquí Eva, “a pesar de mi pequeñez”, dice que debía “volar con él” para cuidarlo.

“Vi su corazón, y sobre el pedestal de su corazón el mástil de sus ideales”.

Cuidarlo por la fe y credulidad de él en la gente. Y al pueblo sublevado frente a la injusticia. Se reconoce fanática. Para ella no es un sinónimo del fundamentalismo –como actualmente- sino algo usual que nomina la defensa de una causa nacional y popular. Un diccionario lo certifica. El fanático, “defiende sus creencias con tenacidad y apasionamiento”.

No hace falta hacer la apología de esta mujer: ganó renombre con una actuación política que entre sus congéneres marcó rumbos mundiales. Una vida intensa y dolorosa, de enorme potencia política, retratada en forma caricaturesca (como dice Felipe Pigna) sin darle la palabra a ella sino a sus detractores; como el autor de la ópera “Evita”, un inglés que la reflejó basándose en los chismes de la clase alta. Vi en España esa deleznable ópera en los años ´80, donde Eva aparecía como una puta que atendía a la larga fila de militares que iban a visitarla. Vergonzoso.

Pero a la lacerante difamación le otorgó ese presidente privatista que fingía ser peronista (Menem) el balcón de la Casa de Gobierno, para que la actriz Madonna falsificara una vida plasmando la de la bastarda que el cipayismo argentino disfruta, subvaluada por la mirada europea.

A pesar de su afán por ascender de clase, Eva nació y vivió con rabia. La masa la prefirió a ella –y la juventud en el debate de los años ´70- sobre Perón, le adjudicó una personalidad más batalladora y jacobina. Ese evitismo fue un error histórico, ya que “Evita” sin Perón no hubiera existido en la política. En cambio, Perón habría sido ese socialista que era sin ella a su lado. Y el conductor que formó a numerosos cuadros. Entre ellos a Evita, cuya capacidad de conducción resultó inesperada.

Por lo cual las Fuerzas Armadas vetaron su candidatura en 1951 a la vicepresidencia: ser mujer y con poder, en un país machista pero con voto femenino (la primera vez que ellas votaban) era nocivo, según los poderosos. Llamada “resentida” desde un principio, Eva asombró con su propuesta de armar a los obreros en noviembre de 1951, luego del intento de golpe del general Menéndez. Político, Perón rechazó la idea pese a que buscaban matarlo, y fue dadivoso con los complotados. No alcanzó. Al morir pronto Eva, en 1953 su Gobierno comenzó a decaer.

Reaccionó tarde Perón ante quienes bombardearon la Plaza de Mayo en junio de1955. Disimuló la cantidad de muertos, superior a los 300 aceptados oficialmente. Primero fue agresivo, luego tolerante. El juego pendular de Perón era ineludible por la relación de fuerzas existente.

Legó la Revolución Libertadora (o Fusiladora) de 1955. Fue una farsa. Los que se rebelaron eran fingidos amigos: todos le debían su honor, sus carreras, sus medallas. Videla Balaguer juró que prefería perder su cabeza antes que atentar contra la ley; Bengoa dijo que no era un desnaturalizado; Aramburu había recibido una espada de honor y le juró que trataría de merecerla; y Lagos un caso de excesiva lealtad y discursos fogosos. Pero se enojó: no quería compartir el campo de golf con la “mersa” (negrada). Otros decían que no les alcanzaba el sueldo para tener tres sirvientas. Ese era “su amor a la libertad”, dijo en “Perón tal como es” el general: “Si hubiera tenido la plata que me atribuyen, los compraba a todos”, sonreía. Perón cedió. Notó que sus generales, tras noches despiertos, tenían ojeras: no querían luchar.

Hay un odio visceral al de abajo, que en las clases poseedoras nunca cesa. Quisieron hacer desaparecer (tomando como botín de guerra el cuerpo de Eva) su historia y la de otros sumergidos. La Iglesia ayudó a los militares a ocultarlo en Italia, tenían miedo a una contrarrevolución. Su excusa fue que si lo veía el pueblo “acababa la paz social”. El Papa Pío XII lo aprobó. Porque Eva era, además, hija adulterina: un crimen.

Exiliado, Perón captó el daño que causó al no resistir el ataque. Si Eva hubiese vivido, para defender al gobierno constitucional llamaba a una guerra civil, como en España en 1936. Dos generales, Sosa Molina y Lucero, querían luchar, no rendirse. Dolido por la represión al pueblo, escribió “La fuerza es el derecho de las bestias”. Nació la Resistencia. El dictador Aramburu fusiló al general Valle y otros, sin juicio ni piedad.

Se trituró al peronismo con argumentos abominables y faltos de rigor histórico: “es un sentimiento”, “fruto de la demagogia”, “poco racional”. Sin respetar su doctrina. Los liberales lo llamaron “populista”, vocablo al que veían negativo. No se nombró la Tercera Posición, contrapeso en ese tiempo a la primacía mundial de EE.UU y de la Unión Soviética.  Además, dictó “20 verdades”, ignoradas después durante medio siglo. Como realizar el Estado de Bienestar, que aprendió Perón de Keynes.

Pocos núcleos peronistas analizan a Eva: cuanto más lejana, mejor. Y el evitismo Montonero tampoco le hizo justicia. Eva fue la compañera y alumna, ideológicamente fiel a su líder y marido. A pesar de ello, y al cariño con el que se trataban pública o privadamente (de lo cual aún existen testigos), un vanidoso guionista la plasmó en un film sobre su vida como una temible ambiciosa, que maltrataba a un blando Perón.

Ya que tuve el placer de almorzar con él siendo jovencito (y con veinte compañeros) digo que enseñaba a los otros a ser una mejor persona. Sin buscarlo. Porque como Malraux, era un hombre de pensamiento al que los hechos del 17 de octubre convirtieron en un hombre de acción.

¿El cuerpo de Eva? Lo retornaron orinado, con la nariz rota y horribles profanaciones. Perón le sacó una foto. Se ocultó al pueblo. De saberlo quizá se habrían evitado posteriores desapariciones. Igual Eva logró la igualdad de sufragio con la ley de 1947; la jurídica; y la patria potestad compartida, el art. 39 de Constitución de 1949, anulada tras ese golpe de 1955. Revela que la violencia no la inició el peronismo. Tenía votos,  no la necesitaba. La iniciaron los militares, tomando el sitio del votante.

Cuando la reacción popular trajo a Perón en 1973, él se volcó hacia la derecha buscando frenar un golpe similar al de Chile. Pero según J.M. Abal Medina -su ex delegado para la JP- se arrepintió de haberle dado alas a la derecha extremista. Él vivía física y mentalmente decaído, se hundió tras el infarto ocurrido durante la secreta operación de próstata.

La operación a Perón la realizó en febrero de 1973 el famoso urólogo español Puigvert. Afirmó en sus memorias que al morir, Perón tenía 80 años y no 78, como se conjetura. A partir de febrero crece la influencia de López Rega: oculta el infarto y la escasa salud de Perón, buscando sumar poder. Servía café y nadie le hizo caso. En tanto, Montoneros le refutaba infantil a Perón su poder: “Montoneros y Perón, conducción”. En la Plaza, Perón reaccionó ante quienes le discutían e insultaban a su mujer. Se fue la jerarquía montonera; el resto la siguió, confundido.

Ante Perón todos callaban. Era quien invitó a Allende a la asunción de su delfín Cámpora; a Dorticós (presidente de Cuba y el vocero de Fidel Castro) y a otros progresistas de América; fue el primero que rompió el bloqueo mundial comercial a Cuba (le vendió autos y maquinarias que  Cuba sólo pagaría al gobernar Néstor Kirchner) y despidió soberano a agentes de la CIA con oficinas en Ezeiza. No era ningún reaccionario. En los 10 meses que fue presidente antes de morir, por primera vez en 25 años el trabajador recuperó el 49% del ingreso, frente a la patronal.

¿Qué pasó cuando murió? Llegó la anarquía y luego la peor dictadura. Cuando tenía 81 años, charlando, Vicente Solano Lima, el casual y fiel compañero de fórmula de Cámpora en ese fugaz gobierno de 33 días, (él era Conservador, no peronista) señaló: “Perón retornó y actuó muy poco en política, estaba ya enfermo. Quiso darle más espontaneidad a las fuerzas populares. Lo bueno es que nunca excluía a nadie, ni a los más radicalizados. La anarquía posterior fue porque no lo interpretaron bien. Él no quería a Isabel de vicepresidenta. Perón ignoraba a López Rega, no le hacía caso. Él vino a morir, ya estaba fuera de la historia”.

“Se reía Perón si yo mencionaba el centro: “El centro no existe, es una línea que divide a la derecha y a la izquierda”, decía. Era un socialista, casi de izquierda. ¿Revolucionario? Totalmente. Me lo confesó. Creía en la revolución pero sin sangre, optaba por el tiempo. Cumplir etapas. Para él la revolución era una evolución acelerada. La historia no puede ser cambiada. En la conducción todos querían ser sus herederos. No había lucidez y llegó el golpe del 76. Usted lo verá: en el 2000 tendrá razón (él pensaba lejos, no en hoy o mañana) y “unidos o dominados” los pueblos se rebelarán para cambiar estas sociedades”. Tuvo razón.

Si bien Perón sobrevivió a Eva 22 años, nunca quiso ni logró olvidarla.

Tras la esperada muerte del Líder (1974) el peronismo subsistió como “hecho maldito” y se acomodó a lo que iba ocurriendo políticamente, a las dictaduras y a esas limitadas democracias. Retrocedió con Menem. ¿Cómo previó Eva lo que pasaría tras su partida, esa traición general?

A dirigentes sindicales que venían del proletariado (es decir, de donde había fábricas) y del subproletariado (del interior sin una fábrica, como apuntó Pasolini del sur italiano: Roma, Nápoles, Sicilia) los compraría como títeres la burguesía. Hoy son empresarios con iguales intereses. Ni que decir tiene que les va bien en el negocio y buscan poner límites a los gobiernos: lo primero que piden es que nadie les toque sus cajas.

El inesperado texto de “Mi mensaje”, debió resultar igual a una bomba atómica para sus primeros lectores, por su rigor y evidente sinceridad. Un libro donde la primera en autocriticarse es Eva: “Yo me vestí con todos los honores de la gloria, de la vanidad y del poder. Me engalané con las mejores joyas de la tierra. Lo acepté sonriendo, prestando mi cara para guardar mi corazón. Sonriendo, en medio de la farsa conocí la verdad de todas sus mentiras”. A partir de su regreso de Europa es que adoptó para siempre la sencillez: traje sastre y peinado recogido.

Un texto emocionante, donde ataca con osadía al imperialismo: “Se dice defensor de la justicia mientras extiende las garras de su rapiña sobre los bienes de todos los pueblos sometidos a su omnipotencia. Se proclama defensor de la libertad mientras va encadenando a todos los pueblos que tienen que aceptar sus inapelables exigencias”. Eva condena, antes de que surja, al neoliberalismo destructor del Estado.

Recordemos que EE.UU es uno de los pocos países jamás invadidos. ¿Qué diría Eva si supiera que antes y después de su muerte ha sido el que más gente mató fuera de su territorio? Cuba, Primera y Segunda Guerra, Corea, Vietnam, Afganistán, Irak, Laos, Camboya. Invadió por 50 años a países de América Latina: República Dominicana, Panamá, Nicaragua. Fue cómplice en decenas de golpes de Estado en la región con millares de torturados y asesinados. Hoy tiene 1000 bases en 100 países, y participó en 201 de los 248 conflictos armados desde 1945.

Más pruebas: EE.UU. es el único país que arrojó bombas nucleares y utilizó armas químicas en Vietnam e Irak, con “efectos colaterales” que afectaron a millones en la población civil y aún a sus propios soldados. ¿Y las Naciones Unidas? Silenciosas. Pocas personas saben que en 1966 dos Premios Nobel –Bertrand Russell y Jean Paul Sartre- con la participación de 28 países y otros intelectuales, juzgaron en Suecia en el Tribunal sobre Crímenes de Guerra en Vietnam la tarea de EE.UU. Soldados desertores de EE. UU. testimoniaron sobre estos crímenes.

¿Cuáles? Murieron dos millones de vietnamitas y tres millones fueron heridos. Sólo 58.000 bajas de EE.UU. El fallo al agresor: culpable de “bombardear objetivos civiles de modo deliberado, sistemático y a gran escala. Ataques a poblaciones civiles, viviendas, pueblos, hospitales, colonias de leprosos, colegios, iglesias, pagodas”. Aun así, USA perdió la guerra en 1975. Luego la ganó: impuso allí su economía; y mediante sus films: en “Rambo” los soldados agredidos son siempre de EE.UU.

La sagacidad quijotesca de “esa mujer” captó lo ruin del imperialismo.  El Tribunal halló a USA culpable por “dar trato prohibido a prisioneros de guerra” y por dar “tratos inhumanos prohibidos a la población civil”. Hoy se repite con ataques de Israel a ciudades abiertas y civiles en la Franja de Gaza. Muertos palestinos: 1047 (192 niños). Proporción de bajas: 35 a 1. El civil no debe ser el blanco. No es guerra, es masacre.

Si bien Eva dice en “Mi mensaje”: “No soy antimilitarista ni anticlerical”, refuta a los militares de su época y acierta (luego hubo cuatro golpes: 1955, 1962, 1966 y 1976): “Yo no diría una sola palabra si las Fuerzas Armadas fuesen instrumentos fieles al pueblo. Pero no es así: casi siempre son carne de oligarquía. (…) “Sé también que a los pueblos les repugna la prepotencia militar, que se atribuye el monopolio de la Patria” (…) Con armas pueden matarnos. Pero morir de hambre es más dolor. ¡Y sabemos lo que es morir de hambre!”. Los veía venir.

Eva censura a la oligarquía, a “los privilegiados” de ideología foránea: “Son más abominables que los imperialistas. Se entregan vendiendo y a veces regalando por sonrisas la felicidad de sus pueblos”. Hoy quizá citaría a periodistas, economistas y empresarios que apoyan a fondos buitres: “Muchas veces los he oído disculparse ante mi agresividad irónica y mordaz. No podemos hacer nada, decían. No podemos hacer nada es lo que dicen todos los gobiernos cobardes de las naciones sometidas”. Las corporaciones nunca cambian: el día del aniversario de Eva, el presidente de la Sociedad Rural (un marciano para quien ésta fue “la década depredada”) cometió un fallido; dijo que “el hambre ilumina al país”. Si es el hambre de los otros. Hubo aplausos. Dice Eva en el texto: “pertenecen a una raza que nunca morirá definitivamente”.

Eva sobre la burguesía sindical: “Los he visto marearse en las alturas. Dirigentes obreros entregados a los amos de la oligarquía, por una sonrisa, un banquete o unas monedas. Los denuncio como traidores. (…) Hay que cuidarse de ellos: son los peores enemigos del pueblo. Sufrieron con nosotros, pero se olvidaron de nuestro dolor para gozar la vida sonriente que les dimos con la jerarquía sindical”. ¡Hagan una fila, señores! Desde 1955 a hoy, traidores sindicales hubo ya decenas.

Eva es una figura transgresora. Por eso Cristina la rescata a menudo. Es difícil avanzar, si parte de la CGT cuestiona todo, con sindicalistas-empresarios, enemigos del proyecto kirchnerista. “Sólo los pobres te serán fieles”, le dice Eva a Perón. Los dirigentes sindicales evitan que las bases elijan: presionan y siguen años. ¿Representan a la mayoría? En agosto harán una huelga para reducir los Réditos a la minoría que cobra de bolsillo más de $ 15.000: el 10,9%. El fantasma de Eva está más presente en la odiadora clase alta que en la memoria sindicalista.

Dante habla con desprecio de aquellos que nunca han recibido “honra ni vituperio”. Eva y Cristina recibieron y reciben a esos dos impostores. Y dedujeron que la única lucha que se pierde es la que se abandona.

No olvida Eva a los políticos desleales. Los define como “ambiciosos”: “No tienen doctrina, porque no tienen otra conducta que su egoísmo. Hay que buscarlos y marcarlos a fuego, para que nunca se conviertan en dueños de la vida y las haciendas del pueblo”. ¿Qué otra cosa son Menem, Duhalde, Cavallo, Massa, Cobos, Alberto Fernández y otros? “Se marean también ellos, y no hay que olvidar que cuando un político se deja dominar por la ambición, es nada más que un ambicioso”, dijo.

Y acota: “Vi desde el primer momento la sombra de los enemigos, que acechaban como buitres desde la altura”. Siempre hay buitres adentro.

Tiene palabras duras para ciertos compañeros dentro del movimiento, viendo a Perón (quizá otros cercan a Cristina) “rodeado de enemigos y ambiciosos que se disfrazaban con palabras amistosas. Y de amigos que no sentían ni el calor de la sombra de sus ideales”. Actualmente, uno sabe que los enemigos de los amigos (de Ecuador, Bolivia, Brasil o Venezuela) son nuestros enemigos. Y que los amigos locales de los enemigos fondos buitres (Carrió, Macri y otros) son también enemigos. Sólo los enemigos de nuestros enemigos pueden ser nuestros amigos.

Eva replica a la jerarquía clerical, que intuye golpista: “Yo no he visto sino por excepción entre los altos dignatarios del clero, generosidad y amor. He visto mezquinos y egoístas intereses y una sórdida ambición de privilegios. (…) Les reprocho haber traicionado a Cristo, y reprocho olvidarse del pueblo y haber hecho lo posible por ocultar la figura de Cristo, tras la cortina de humo con que lo inciensan”. No se equivocó.

En 1976-83 esperaban a quienes bajaban de los aviones tras arrojar a gente viva al mar para consolarlos y justificar sus crímenes. Eva dice que los militares llamaban “chusma” al pueblo, y creyó que ocuparían el lugar de la oligarquía, pero sólo eran los ciegos servidores de ésta.

Fragmentos del poema “Absolución”, de mi libro “Desnudo ante el viento” (Editorial Catálogos): “Muerte, dientes de penas, / sangre filtrada en el agua /muerte, llovizna espoleándote al abismo /muerte, borrasca desvanecida entre lágrimas secas. // Espalda contra espalda. Cadáver y respira. / El rebelde/ “debe purificarse en un Jordán de sangre”. / La que hoy te salpica/ está bendecida, hijo. / ¿Arrojaste a cientos? ¿No logras dormir?/ Comulga. Tus pecados he perdonado”.

Purificar con “Jordán de sangre” era el remedio de un conocido obispo. La Iglesia nunca pidió perdón por incitar a los jóvenes contra Perón en 1953, ni por el bombardeo “Cristo Vence” a la Plaza de Mayo en 1955, ni por su aplauso a la dictadura genocida. Tampoco el Papa Francisco.

Dispone Eva en el texto que sus bienes los tenga  Perón y luego, junto a las joyas que le regalaron por el mundo, todo se venda y “constituya un fondo de ayuda social para los casos de desgracias colectivas que afecten a los pobres”. Nunca se cumplió. Se apropiaron las herederas.

Con el reloj de su vida quedándose sin cuerda, la sombra de la muerte no impidió a Eva trabajar hasta el último día de su precaria existencia. Y aún lucha, pues frente a los fríos e indiferentes jamás se entregó. Ni olvidó la lección plutarquina del destino infernal que a ellos les espera.

Anhelaba un país de ayuda mutua entre los seres humanos, un país donde nadie humillara a los demás, ni debiera soportar ser humillado.

Abnegada, Eva volcó el bien a raudales, espada en mano cual Cyrano, el personaje que admiraba. Nimbada de un final de martirio (colocaban pesas en la balanza para que no notara que sólo pesaba 31 kilos) tuvo conciencia de su final pero lo calló, entre recomendaciones a Perón de no olvidarse de los pobres. Señalaba él durante 1973: “La figura de mi compañera cobra una dimensión legendaria”. Cuando tanta calumnia (tributo que el egoísmo rinde al mérito) se apacigüe, dejando atrás a la insaciable “jauría” (así la llamaba Eva), se encontrarán en algún lugar.

Su obra y su voz: “Donde existe una necesidad, nace un derecho”. El fantasma de su ejemplo oscila siempre sobre el país: “Sangra tanto el corazón del que pide que hay que correr y dar, sin esperar”. Con alma.

Crearon conciencia en la gente de que ninguno es más que el otro. Él y Eva, la joven de mirada castigada, un carbón encendido de rebeldía.