No se sabe que es más incomprensible, si el tono sobrador con el que mira a cámara y se pavonea por haber detenido a cinco vendedores de marihuana, o la historia que se armó acerca de cómo introducen su mercadería en los colegios.

Salvo a señoras asustadas de clase media que se escandalizan pensando que los chicos de las escuelas pueden quedar adictos a una sustancia por haberla ingerido pensando que era una golosina, el resto de la sociedad sabe que la marihuana no tiene ese efecto adictivo por lo que no tendría ningún sentido que hicieran esa movida los narcotraficantes.

La falta de idea de lo que está hablando Patricia Bullrich cuando se refiere a la seguridad en drogas es tan alarmante que ya directamente causa gracia.