La muerte en torno al fiscal de la causa AMIA, Alberto Nisman, se plantea como un misterio, pero más llama la atención su actitud en los días previos a su fallecimiento.

El fiscal se encontraba de vacaciones junto a su hija de 15 años por Europa, pero sin razón alguna y de manera inesperada, Nisman decidió suspender su descanso con su hija para viajar a la Argentina.

Ningún colega, familiar o allegado vio venir la llamativa denuncia del fiscal, que cortó las vacaciones para volver a una Buenos Aires en plena feria judicial.

Incluso, la jueza Servini de Cubría expresó que, la denuncia, "no encuadra en ninguno de los supuestos que deben ser tratados durante la feria judicial".

Debemos suponer que Nisman, como profesional experimentado, debía tener esto en cuenta. Por eso nadie se explica lo extraño de su actitud en las semanas previas al presunto suicidio, que se está investigando.

La misma revista Noticias, pilar del grupo que con informaciones capciosas intenta trasladar la culpabilidad de esta muerte al Gobierno, había publicado que "Nisman lucía una alta dosis de angustia", según las declaraciones de su propio círculo íntimo.

Ahora su muerte generó un cimbronazo en los medios, que rápidamente direccionaron los cañones -como era de esperarse- hacia la presidenta y el Gobierno Nacional.

Ningún profesional, juez, amigo, allegado o compañero de trabajo, supo nunca qué fue lo que motivó a Nisman a realizar tamaña denuncia y viajar repentinamente a Buenos Aires. Evidentemente, una parte de la historia, está faltando.