El pasado jueves 26, Mauricio Macri modificó la normativa de la Ley de Residuos Peligrosos que rige para intentar garantizar un ambiente sano y equilibrado en medio de las 17 mil toneladas diarias de basura que genera la Ciudad y el Conubano.

Con el fin de "integrarnos al mundo", o podría decirse, arrodillarnos ante el mundo, Macri firmó el decreto 591/19 que implicaría importar basura del mundo. Sí, leyó bien: recibir basura contaminante ajena. 

De acuerdo al decreto, Argentina no ratificará por la autoridad nacional ambiental la inocuidad sanitaria y ambiental en la importación de residuos, y además, los países exportadores de basura considerarán si es residuo peligroso o no. La respuesta está clara. 

Pero Macri -que está en todo- simplificó en el nuevo decreto qué es "Basura Peligrosa", para generar un campo abierto al ingreso de residuos. 

Organizaciones sociales dedicadas al medioambiente ya pidieron la derogación de esta normativa, por ejemplo, la FACCYR, quienes denunciaron esta "apertura indiscriminada de importaciones de basura cuyo impacto económico y ambiental podría ser de dimensiones catastróficas". 

"Nos transformamos en el basural del mundo", aseveraron, y compararon la situación con lo que ocurrió en China, donde tuvieron que cerrar la importación de cartón, papel y plásticos que le resultaron imposibles de procesar. Ahora "Argentina recibirá toneladas de basura que rechazó el país asiático". 

El decreto original lo había firmado Menem en 1992 luego de un escándalo por la llegada de residuos nucleares al país. Macri modificó esa normativa la semana pasada, aunque consiguió que la determinación pasara desapercibida.

Parece que a Macri no le alcanza con dejar una crisis económica y social profunda. Sino que antes de irse, quiere dejar un desastre de magnitudes catastróficas, con todas las letras.