En los viejos western de Hollywood siempre aparece el dueño de la funeraria del pueblo restregándose las manos;  mientras mira sonriente a un par de cowboys y bandoleros muertos a los tiros y necesitados de sendos ataúdes. Estos, claro, munidos comercialmente por el respectivo servicio de velatorio y con alguna mordida del Sheriff.

En los medios audiovisuales de la actualidad siempre hay- no un par, sino sucesivos muertos- despatarrados por todas partes; y captándolos decenas de cámaras y micrófonos con sus respectivas cuadrillas de periodistas impregnados vocacional y visceralmente de gula. Los hechiza y atrae la atracción de la tragedia que a su vez atrae y hechiza a las audiencias.  Todos como parte comercial rentada y recaudadora del negocio de las comunicaciones; y ofreciéndose con felicidad fingidamente piadosa a una labor que los satisface golosamente. Igual que al que vende paraguas cuando llueve. No hace falta más que presentir el voraz entusiasmo que desborda a los comentaristas y a las imágenes de cuanto asesinado, incendiado o inundado va surgiendo en la agenda. También este espectáculo condiciona a ciertos políticos/ as que empeñados en desconsolarse escénicamente no lo logran, por ausencia del don de la sinceridad y exceso de artificios e impostaciones.  

Hoy aquel ya antiguo sepulturerismo del far west ha sido reemplazado por el cínico tragedismo contemporáneo. En el caso de los muertos está la excusa de que están muertos y de poco servirían si no produjesen al menos esa cuantiosa y póstuma plusvalía funeraria.

Pero si en su lugar hay inundados, el espectáculo se desarrolla igual, aunque mojado. Con la sola diferencia que, mientras a los cadáveres destripados los vivos los miran con morbo tomando mate y esperando algún linchamiento compensatorio; a los inundados los miran desde sus casas, secos y calentitos y les ofrecen clamores de lástima. A no pocos, reconocerse en este sentimiento los hace superiores. Somos solidarios, se declaman cristianamente a si mismos desde el country en los humedales usurpados al cauce o desde lo alto del silo contemplando los canales creativos y fructíferos que se derraman lejos del campo. Hasta se dan el gusto de comentar que mucha de “esa gente” gracias a las inundaciones consigue dormir en un colchón con sábanas y tomar gaseosas de marca gracias a que están en un refugio.   

Hay un inconsciente colectivo hipócrita escondido pero visible en el grueso del discurso de los mensajeros rentados, interesados, intencionados o pueriles.   Ya que muchos de ellos, cuando votan hacen lo contrario. Y votan en contra de los que ahora supuestamente compadecen.

Y pasemos ahora a otro tema. ¿Sabía usted que se consumen más calorías en el sexo que en el gimnasio? Eso sí no hay que olvidar hidratarse.