Fernando Niembro pasó de decir que el fútbol no podía ser gratis porque había que pagarle, entre otros, a él, a decir que el fútbol no puede ser gratis porque en la Argentina hay pobres. Este es solo un ejemplo del modo en que su petulancia habitual y su discurso neoliberal desembozado de otrora tuvo que moderarse tras tomar estado público un conjunto de irregularidades en las contrataciones que el Gobierno de la Ciudad realizara a la productora de la que era dueño y que, según consta en la AFIP, era capaz de brindar servicio de lustrabotas y astrología (SIC).

Hay quienes asociaron el lustrar botas con el pasado de Niembro como vocero de los indultos a los militares y quienes afirmaron que como comentarista deportivo es un buen observador de astros, pero lo cierto es que, en estos días, el excompañero de Marcelo Araujo anda paseándose por distintos medios tratando de explicar en ellos lo que se le dificulta explicar en la Justicia. El PRO, con su líder procesado por escuchas ilegales, y con un discurso oenegista de la transparencia y la pulcritud, se encuentra una vez más demostrando que la nueva política ha heredado los modos clásicos de buena parte de los sectores empresariales en la Argentina. Me refiero, claro está, a que mientras cabalgan con un discurso eficientista del Estado mínimo, viven de los negociados con el Estado cuando éste está ocupado por gobiernos amigos.

Con todo, mi idea no era hablar de los indicios que comprometen a Niembro y que le valieron el mote de “choripan de oro” sino advertir la posibilidad de un posible desvío argumentativo en este caso. Por cuestiones de espacio seré conciso: desde mi punto de vista, Niembro defiende al PRO por razones ideológicas y no por estar “comprado”. Es más, aun cuando se comprobaran las irregularidades y la corrupción entiendo que la posición de Niembro es auténtica y aun si no lo fuera habría que interpretarlo como si así fuese porque la discusión política debe tomar en cuenta los discursos públicos y no las razones privadas por las que un sujeto dice lo que dice. Psicologizar o, en este caso, moralizar la discusión con Niembro, sería psicologizar y moralizar la política  repitiendo la argumentación que realiza la oposición cada vez que se refiere a los comunicadores que tienen una línea editorial afín al kirchnerismo. Para concluir, entonces, si se han cometido irregularidades es claro que la oposición al macrismo y los ciudadanos en tanto tales, incluso simpatizantes del PRO, deben denunciarlo y exigir justicia. Pero si hablamos de política, y esto es lo que a esta columna le interesa, debemos establecer una discusión en la que quede al margen si sos o no una buena persona. Porque queremos debatir ideas y modelos y hablar de la corrupción es la mejor forma de no poner en tela de juicio ni las ideas ni los modelos tal como hizo la Alianza cuando nos hizo creer que el único problema del neoliberalismo era que se trataba de un modelo económico llevado adelante por una casta de corruptos. Sin embargo, con el tiempo aprendimos la lección: el problema era el modelo y no la moralidad de los que lo llevaban adelante.

Por ello, llevar hasta las últimas consecuencias y exponer el que hasta ahora es un presunto caso de corrupción no debe hacernos olvidar que la verdadera discusión con Niembro no es una discusión moral sino, antes que nada y por sobre todo, una discusión ideológica.