Yo quiero seguir yendo a la plaza a festejar, a estar con mis compañeros, a gritar que bancamos el proyecto, y a avisarles a los gorilas que se porten bien con mi presidente para que no haya problemas.

Quiero votar un presidente para poder decirles a mis hijos que vengan rápido que en la tele está el presidente que los cuida y nos cuida a todos.

Quiero votar un presidente de quien pueda preocuparme por su cansancio, su salud, su familia, su estado de ánimo, su energía y sus problemas.

Quiero votar un presidente para sentirme orgulloso por el presidente que voté, porque él será uno de nosotros, pero con la gran responsabilidad de representarnos, de llevar adelante las ideas en las que creemos, los proyectos por los que peleamos, sentirme orgulloso porque él será el primero en pelear por esas ideas para hacerlas realidad.

Quiero votar un presidente que no necesite que nadie lo vigile, que nadie deba mostrarle o recordarle el camino, porque mi presidente debe conocer el camino de memoria.

Quiero votar un presidente que se parezca a lo todo que hicimos en estos años, a lo que perseguimos entre tantas dificultades.

Quiero votar un presidente que haya festejado lo mismo que nosotros y que haya sufrido lo mismo que sufrimos.

Quiero votar un presidente que haya sido insultado por quienes nos insultan.

Quiero votar un presidente con quien soñar en comer un asado para conocerlo de cerca, para abrazarlo, para compartir el mismo vino.

Quiero votar un presidente a quien le tenga cariño, un presidente que me dé la certeza de que es capaz de defender a los más débiles y de pelearse con los más poderosos.

Quiero votar un presidente que sea digno de los dos que lo precedieron: esos militantes incansables que no pararon un minuto para que volviéramos a tener Patria, y orgullo, y bandera, y sueños de futuro, y un pueblo soberano con ganas de existir.

Yo no quiero votar un presidente a quien haya que llevar a algún lado, ni que haya que sacarlo de ningún lado.

No quiero votar un presidente que pueda llegar hasta la Casa Rosada en nuestro nombre, porque el nombre se presta para hacer falsificaciones.

No quiero votar un presidente alquilado para ponerle la banda y darle el bastón de mando, porque quiero un presidente y no el ganador de una compulsa.

No quiero votar un presidente sin espíritu, sin batallas dadas, ganadas y perdidas, sin las marcas que le dejaron viejos y nuevos combates en su historia política.

No quiero votar un presidente que les parezca sensato a quienes quieren arrasar con lo hemos conseguido con tanto esfuerzo.

No quiero votar un presidente potable o potabilizado para el consumo general del mercado de electores.

No quiero votar un presidente que no haya puesto el cuerpo en los momentos más duros, cuando parecía que todo se terminaba.

No quiero votar un presidente que juegue al empate, y que no sepa perder cuando el enemigo es demasiado poderoso.

No quiero votar un presidente de pureza perfecta, ni ideológica, ni política, ni partidaria, ni genética. Lo que quiero es un presidente que Néstor y Cristina también quisieran votar con la alegría y la convicción con que se elige a un compañero que se lo merece. Porque también Néstor y Cristina, y quienes creemos en esa letra bendita y maldita, nos lo merecemos.

Yo quiero votar a mi presidente, no al candidato de las encuestas.