En cada disciplina o profesión cuando se miente existen motivos. Y también usos y costumbres. Si un vendedor de autos miente lo hace pensando en que diciendo la verdad no podría venderlo. A su vez un automovilista miente para no tener que pagar la multa; una astróloga miente para que su cliente no se entere de lo que está por pasarle; un adicto al juego miente para no tener que explicar por qué ese mes no le trajo el sueldo a su mujer; un comediante miente fuera del escenario porque arriba no supo mentir y por eso abajo quiere superar su fracaso; un deudor miente a su acreedor porque si le dice la verdad se queda en la calle; un evasor lo hace porque está en su adn; una señora casada miente igual que un señor casado, ambos por los mismos motivos que cualquiera sabe; un mediocre miente para que no lo descubran como tal; un político miente por ese y además por infinitos motivos (alguno que otro excepcionalmente exigido y justificado por su objetivo); y lo mismo hacen los ciudadanos, los contribuyentes y los vecinos. En cuanto a la oposición, los opositores, oponentes y oposicionistas ya han perdido toda idea de la verdad; su adicción a la mentira es irremediable.   Dejo para el final al periodismo. Aunque debería ir primero en razón del daño que causa. El periodista es el único que miente hasta en el motivo por el cual miente. Si no tuviese la capacidad de mentir sería como un cirujano absurdo al que la sangre le repugna. Lo ampara esa atribución de que tiene licencia para mentir. Si no miente no asciende, no tiene éxito y pierde el empleo.   

Por eso cuando la verdad ve que es usada por un periodista se prepara y se entrega para ser maltratada. Lo que más le duele es que el periodismo tenga todo el permiso del mundo para violarla. El arte viola también, pero lo dice y demuestra que lo que miente es verdad. Por eso la verdad sabe tanto de la mentira. Y sabe que el periodismo, entre todos, es el que más miente. Y para colmo no puede parar,  porque los que son mentidos lo extrañarían. El mentido y el mentiroso forman un vínculo enfermizo. Por el cual el gran público mentido se resigna a ser víctima. Y lo peor, y esto no los exime, es que haya mentidos que no saben que les mienten y haya mentirosos (que salen en noticieros y publican en diarios) que mienten con frenesí y hasta con gula.

Debería llamarse Utopía de la utopía, al lugar inexistente donde no se dicen ni se escuchan mentiras periodísticas. Obviamente se ignora la ubicación geográfica de ese utópico  lugar. Pero, de lo que más lejos está es de una redacción o de una corporación de medios. Acaso llegue el día en que esté más cerca. No arriesgo ninguna fecha. Pero sé que aún sin intención, en estas líneas debe haber alguna mentira escondida. Lejos de mi está.

Posar como uno de esos periodistas indignados por las mentiras que ellos mismos fabrican y difunden y sus patrones auspician.