¿Así que ahora todos quieren ser peronistas? Hay algunos que hasta invocan a la supuesta estrella polar de Perón para disfrazarse. Pero ese disfraz los sincera y los pone en ridículo todavía más que si no se lo pusieran. Y por más que hagan con los dedos la V de la victoria y balbuceen la marcha fundacional, la impostura se les nota.

Está aquella vieja leyenda popular que dice que en la Argentina todos son peronistas: los que lo son y los que no lo son. Parece graciosa.  Pero se trata de una leyenda falaz y antiperonista. Pretende hacer creer que cualquiera sea el presidente el signo del gobierno será el mismo. “Sa gual” como se burlaba  Minguito. “Sa gual” sí, salvo el peronismo kirchnerista. Por eso los anti, súbitamente peronizados,  segregan e injurian al kirchnerismo peronista. Y en cambio a todas las otras variantes o versiones las endulzan y alientan, provengan de los renovadores o de los ortodoxos, de radicales multiformes, sindicalistas crónicos, socialistas de la mano invisible del mercado, izquierdistas diestros o moralistas inmorales. Ya que simularían ser los peronistas legítimos mientras que los K serían los infiltrados.

Esa tendencia banal del disfraz peronista, altamente mediática, hace fantasear a los opositores más anti en la posibilidad de instalar  un mendaz continuismo popular ideológico.

Como si de pronto todo el asedio, el obstáculo y el rechazo opositor de más de una década mutara indecorosamente en un mensaje de aceptación y elogio de las conquistas de doce años, que en el futuro irían a ser fantasiosamente superadas e higienizadas límpidamente por ellos. Y a lo mejor lideradas por alguna polítiquera antipolítica de desmesura profética, o por alguna jueza viuda y entusiasta con  jurado y pericia forense paralelos. Y desde ya por el Agro sojero desimpuestado y otra vez oligárquico y cuantioso.

Si el peronismo fue el “hecho maldito del país burgués”- como Cooke lo definió a mitad del siglo pasado- el kirchnerismo es hoy el  hecho diabólico del país liberal. Ambos igualmente imperdonables.

para quienes inflamados de fallos cautelares fabulan el duelo de un magnicidio en lugar de hacerlo con modestia por una tragedia humana sin heroísmos.

Acaso la nueva moda peronística surja del éxito político de esta versión kirchnerista.  Colarse en la cronología de sus éxitos les infunde a los opositores “desideados” algún contagio ventajoso para las elecciones. Por eso los disfraces buscan el espejo del ganador. A nadie se le va ocurrir disfrazarse de la Alianza fracasada, de duhaldismo implosivo o de menemismo primer mundo.

¿Es el kirchnerismo una ampliación mayor del peronismo? Y, si. Ya que si no lo fuera sería una nostalgia, una historia antigua repetida y anacrónica. Y no lo es. Si no en lugar del satélite Arsat se echarían al espacio barriletes y en lugar de note books a los estudiantes les entregarían tinteros y secantes.

Porque lo potente de este proyecto sin fin es que aún no está hecho sino que se está haciendo.

Y si se está haciendo, no está terminado.