A los militares de la dictadura les atraía derogar. Derogaban los derechos humanos, el congreso, los sindicatos, las libertades civiles, las de informar y, sobre todo, la vida. Derogaban y derogaron hasta que la historia acabó derogándolos a ellos. Entonces, ¿por qué hoy, en plena democracia, a los líderes opositores de la Argentina les atrae tanto derogar? Anuncian que apenas tengan el gobierno van a suprimir, abolir, rescindir, anular, revocar - no importa el sinónimo-un número plural de leyes inapropiadas. E indeseadas (por ellos). Leyes debatidas y promulgadas y legitimadas. Sean las de adecuación de medios audiovisuales, la de las retenciones al agro, las de la recuperación de YPF y Aerolíneas Argentinas, la de derechos del consumidor o la del código civil y comercial. Y si se afanan- se trate de Sanz, Binner, Cobos, Carrió, Massa, Pino, Margarita, Alfonsín, de Narváez, etc. por ahí derogan muchas más. Los más probos  derogarían la Argentina actual para volverla a moldear oligárquica y excluyente. Y, sobre todo, más globalmente dependiente y disciplinada. A todos ellos una ley que los tienta derogar es la que  libera al Banco Central de su antiguo cautiverio liberal monetarista. Aspiran a que sus reservas vuelvan a reinar por cuenta propia sin manoseos populares.  

Los candidatos, precandidatos, referentes opositores y sus adherentes más intensos parecen mandados a derogar. Y es lo que harían desde sus falsas identidades progresistas derogadoras. Es que según sus autodefiniciones todos son progresistas menos el actual gobierno fascista.

La Argentina política ha logrado instalar la patraña de no tener partidos de derecha. Salvo -claro- el kirchnerismo peronista al que aquellos se obstinan en querer derogar.

Pero el pueblo no quiere volver a ser derogado. Aunque el grupo Clarín y sus afluentes corporativos no paren de enmierdar el ambiente y por más que sus voceros mediáticos y sus sometidos políticos derogadores discutan sobre si son bosta o excremento o soretes. ¿Y vieron cuántos periodistas derogadores hay? Los hay de todas las edades y tamaños. Entre los de más envergadura y los más chicos el promedio da insignificante. Son progresistas al revés. Suponen que la libertad de prensa es un disfraz de libertadores que los protege de revelar su vergonzante identidad de esclavos. Donde mejor retozan su esclavitud es en TN.  Adoran a sus amos privados aunque estos hagan trampa a las leyes públicas. ¿Y el público que los sigue? Ve, escucha y lee, increíblemente feliz como si se llenase de verdades. El público traga todo; pero también evacua. Y cuando vota suele higienizar sus intestinos y neuronas, y recuperar su instinto de salvación. Lo hicieron con holgura los bolivianos y, a lo mejor, lo harán los brasileños y los uruguayos. Y seguramente, dentro de un año, los argentinos; por más que la moda de hoy sea la de los derogadores; la de quienes se imaginan dueños del gobierno derogando a troche y moche. Aunque derogar a esta intensa y larga década les exigirá más que deseos y más que entregarse al auspicio de las malas corporaciones y de sus mensajeros más fieles.

No quieran los opositores emular a las dictaduras militares. No deroguen lo que les queda de políticos populares. O impopulares. O de progresistas desprogresados. Porque tanta obsesión derogadora va a terminar derogándolos.

Si esto pasara, no seré quien se apene.