El episodio vivido por Delfino en oportunidad el partido entre Velez y Arsenal, la del penal sancionado y luego corregido con tiro libre para Arsenal, dejó flotando entre jugadores, cuerpos técnicos, dirigentes e hinchas; una especie de cultura del reclamo cibernético. Sí, una vez más voy a tocar el tema de la tecnología aplicada al futbol pero con una variante; la tecnología apuntada a la conducta del jugador.

Al día siguiente del partido de ida por los 8vos de final de la Coipa Libertadores de América entre River Plate y Boca Jrs en el Monumental, y en una entrevista radial al programa “Un buen momento” (La Red AM 910-Gustavo López) Adrian Leiza, vicepresidente del tribunal de disciplina de Conmebol, declaró: “No actuamos de oficio, si el hecho ocurrió dentro del campo de juego. Si actuáramos por todo lo que sale en los medios, estaríamos desvirtuando el juego”

Es una trampa maquiavélica. Es decir, que si un jugador va de atrás y le asesta un golpe en la nuca a un rival o le saliva la cabeza, en tanto y en cuanto no sea advertido por ninguno de los 4 árbitros que entran al campo de juego, esa acción se convierte en una virtud del juego.

Claro está que, con estás reglas, el que queda o los que quedan en bolas son los jueces que ingresan al campo.

Luego, todos los actores del fútbol nos ponemos las ropas de buen samaritano y perogrullamos diciendo “El árbitro es humano y puede equivocarse”. Una cosa es equivocarse y otra, muy diferente por cierto, ignorar lo que está pasando.

Las jugadas temerarias e irresponsables de Funes Mori y de Vangioni sí son exclusividad de la maleta de errores del árbitro, ya que en su campo de atención está la pelota y los que la disputan, pero en el caso del golpe desleal de Sanchez a Gago y del escupitajo (no debe haber reacciones más repudiables que un escupitajo) de Perez a Martinez,  no hay error del árbitro, hay desconocimiento de la situación. ¿Debió advertirlo el línea? Tal vez ¿Y si tampoco lo vió? La trampa es perfecta.

La tecnología no solo puede servir (y sirve) para erradicar los goles fantasmas; también debe servir para destacar las virtudes del juego que, estoy seguro, no son pegar de atrás ni salivarle la nuca a un rival.

Destacar lo bueno y remarcar lo malo no significa desvirtuar las acciones de un juego. AFA debería tener que tener más control sobre todo lo que ocurre y sancionar con lo que sea a aquellas triquiñuelas que practican los jugadores dentro de la cancha. No puede ser que con esos físicos que lucen; con los entrenamientos exigentes que llevan a cabo día a día, caigan desplomados ante el más mínimo roce, o q los golpes en el hombro, codo, mano, muslo, se conviertan en un cross de derecha de Floyd Maywheather en medio de la mandíbula.

Se puede ser vivo dentro de las reglas; no vendamos otra cosa.

Ojalá tengamos todos una buena semana.