La infelizmente bautizada Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional tiene un secretario que sí es una felicidad. El tipo se llama Ricardo Forster y tiene para mostrar varios lustros –y pongo lustros para no envejecerlo demasiado- de trabajos académicos donde la historia, la cultura, la sociedad y la política de nuestro país fueron desmenuzados, revisados, desarticulados y vueltos a armar. El tipo se la pasó pensando y laburando en esas cuestiones toda su vida. Y por supuesto no soy yo el testigo privilegiado, ni el que guarda las pruebas de su dedicación, y tampoco sé si es el mejor de todos. Sin embargo, y por más que no les guste, ahí están los artículos, los libros, las charlas, los ensayos y su docencia a la luz del más ciego de los negados.

Pero en la Argentina del odio fogoneado, no importa la realidad más obvia.

Obviedades aparte, Laura Alonso, una fina diputada macrista, se atrevió a confesar en su twitter una duda que al parecer la carcome “¿Se animará Forster a "coordinarme" el pensamiento? Veo veo, ¿qué ves? Un fascista y se llama Forster”. Y ciertamente que llama la atención esta molestia que los fascistas le provocan a Alonso. Porque uno pensaba que se sentía cómoda entre sus compañeros de bancada. Pero al margen de mi error –me disculpará la diputada- es imposible encontrar en el nuevo secretario alguna señal que a @lauritalonso le genere la certeza que la lleve a decir que ve un fascista y se llama Forster. Apenas un chicana sin astucia de las que se aprenden poniendo los deditos sobre la pantalla de un celular todos los días. Pero así se hace política cuando uno es funcionario y su nombre de pila es arroba.

Imbecilidades aparte, Beatriz Sarlo acepta sin chistar la operación ordinaria de Lanata cuando responde a la pregunta “¿Cómo tomás esta designación de Forster a cargo del pensamiento?”. (Acepta la opereta o no percibe la finísima ironía.) Y así, en una gozosa charla con el animador que acosa a los niños cuyos papás no hacen lo que desea la corporación para la que él trabaja, tiene el ánimo suficiente como para comenzar su crítica a la designación de Forster psicopateándolo con la Escuela de Frankfurt. Explicando que sus pensadores estaban en contra del fascismo y el nazismo (¡no te lo puedo creer!). Pero la charla que pintaba para conceptual fue inmadurando hasta que Sarlo festejó con risitas al animador del fuck-you cuando él hizo referencia a Orwell. El autor de esa distopía totalitaria que hoy quedó tan desenfocada, vieja y pueril. (Prefiero Mad Max que tiene más autos.) Orwell describe un mega-estado hiperburocrático y totalitario que controla las vidas de todos. Parece que Sarlo mientras charla con el tipo encargado de arrear jueces con amenazas públicas sigue jugando a que el poder corporativo es otra paparruchada kirchnerista. Y se le escapa a la perspicaz crítica literaria que Orwell no es Nostradamus sino un autor que escribió un libro en 1948 sencillamente para escarnecer al stalinismo. Así es Sarlo que en ocasiones logra ser sutil para acusar de bruto y fascista a quien se atreva a apoyar al gobierno. Y a eso se dedica mientras pela una vieja chapa de profe académica re-puán que ya luce el moho del par de décadas que pasaron desde que abandonó esos claustros que la consagraron, amén. Esos a los que hoy sólo va de visita como una gurú del antikirchnerismo, pero bien. Antikirchnerismo alla Saint Germaine des Prés.

Vanidades aparte, lo más conspicuo de nuestro periodismo-embassy reflexionó sobre la libertad para pensar. ¿Qué tal? Ejemplo: un Marcello Longobardi muy preocupado se preguntó si “Forster va a determinar cuál pensamiento es nacional”. La misma insensatez malintencionada de Sarlo pero sin las referencias a Adorno y Horkheimer que son tan cool. Y en el colmo de la facilidad argumental Longobardi se alarmó al descubrir que “coordinación estratégica” le sonaba “a castrense porque uno coordina estratégicamente los tanques”. Quizá olvidando que algunos también coordinan estratégicamente las cosas que dicen y las empresas que pagan. Coordinación estratégica notable por lo audaz, pero que requiere de poco pensamiento, y de nacional, nada. Es comprensible que al hombre que imaginó tanques coordinados le moleste que vengan a poner en cuestión el pensamiento nacional, cuando conocemos su compromiso intelectual con el national thinking and banking journalism.

Negocios aparte, llegamos a las esferas comunicacionales de la heróica infantería de playmobil: Eduardo Feinmann y los coreutas de TN. Allí la incógnita más importante fue la cantidad de dinero que se le pagaría a Forster por estar en esa función. Feinmann, antes de hacerle personalmente esa pregunta presentó al nuevo secretario con la afirmación insultante de “el pensamiento ya tiene un secretario: Forster, buen día”. Pero Forster no le devolvió el insulto que el patotero de metegol le contrabandeó con esa cobardía canchera del que toca una nalga en forma anónima para que festejen sus amigos. En cambio se dedicó a explicar y a esperar la canallada obvia: el sueldo. Y sabemos que para el esmerado fácil-fascismo de Feinmann nada hay peor que un sueldo del Estado. Él que es último bastión de aquella feliz radio de Hadad que pedía que le dieran gas mientras los amigos se fumaban al Estado y millones conocían la miseria como nunca. Por esas cosas -y porque ignora con facilidad- Feinmann nos acusa llanamente de chorros mientras mezcla otras informaciones falsas con payasescas cruzadas contra pibes que fuman porro, o festeja sin pudor que la policía mató a alguien que no ha sido él.

Paradoja: que yo estaría tan feliz si el Estado le pagara a Feinmann por trabajar.

Gasterópodos aparte, lo cierto es que afortunadamente lo tenemos a Forster en una secretaría de cultura que se encargará de discutir el pensamiento que no importamos de Europa. (Aunque suene asqueroso.) Una secretaría con un nombre tan malo y tan fácil de criticar que chicos de séptimo grado podrían haber discurrido de similar manera que nuestros incansables operadores, intelectuales resentidos, o políticos de corbatero. Pero no creo que el desatino del nombre le haya empeorado las cosas a Forster en su primer día como secretario. La avidez desesperada de los opositores los hubiera hecho reaccionar de la misma manera aún si se hubiera llamado Secretaría del Pensamiento del Interés Personal.