¿Saben por qué en la oposición escasean los jóvenes? La respuesta es fácil: porque después de cierta edad la fecundación y la libido decrecen. Las clases populares en cambio tienen muchos hijos. Se multiplican naturalmente como si creyesen tener asegurada la felicidad y la fortuna. Y la tienen, en tanto no vuelvan a gobernar los enterradores de pobres. Pero para los opositores probos y prósperos, lo cierto es que la calidad de vida prolonga su ancianidad largamente.

Son un núcleo duro de la supervivencia conservadora. Su habitat más natural son ciertas y reconocibles zonas geográficas y lo pliegues atávicos del Poder Judicial, económico y político.  Lo que más conservan es la tradicional hipocresía de las apariencias, el hábito de la impostura social y la falsa idea de verse a si mismos como ciudadanos morales. Su manual democrático de amarillentas hojas medievales dice que la política y el Estado son colectivamente corruptos mientras que el ámbito privado es individual y libre. Limpian  sus silos y ensucian sus asientos contables; presumen rechazar el proteccionismo público pero le escamotean al fisco sus ganancias furtivas.

Su prensa instigadora les habla y les escribe a domicilio. En una penosa paradoja mediática, ese mensaje de clase bien y de retórica solemne se cuela también en domicilios de izquierda que hace mucho están a la derecha. Aunque al menos es un signo de honestidad que eso no los avergüence.   

Por eso, que los opositores que salen a la calle en esta ciudad  sean adultos y mayores no los desmerece.  Ya que también los viejos populistas y populares prolongaron su longevidad últimamente por culpa de la Anses y las asistencias inclusivas. Si es que no se les fue por la canaleta del alcohol y la droga. Y las cuotas de las tablets y los plasma.

Lo que sí desmerece a los opositores es que sacudan a un muerto dubitativo y ambivalente para pasearlo como a un mártir cierto y recto. Al muerto, logrará redimirlo de esa hipocresía el lógico olvido, ¿pero cómo harán para redimirse sus felices apropiadores?

Así es la oposición que le ha tocado al peronismo kirchnerista. A la presidenta Cristina. En un tiempo en que las ciencias tornan precoz hasta a un dinosaurio  que murió anciano, los opositores parecen nacer viejos.  

Su mayor protagonista profética, debordada de incontinencia bucal (su boca ya pide pañales) es más inocua que una antigua residente psiquiátrica convertida en la diversión de pacientes y médicos. No hay ni un poco de esperanza de que la oposición rejuvenezca: no hay cirugía de mentes ni de almas.  Basta leer las secciones Editorial, cartas de lectores y de Opinión del diario La Nación para darse cuenta que esas dos páginas tienen la tristeza y lamentación de un obituario magno. Y que superan, por la entidad crónica de sus firmantes, a las páginas de los avisos fúnebres.

Extrañando a los jóvenes, sí.  

Porque ellos son los opositores de la oposición.  La cual, ya poco importa si estará  ausente o presente, pero seguramente sí estará hincada ante el camarógrafo de TN.

El domingo los jóvenes vuelven a la calle. ¡Cómo se van a alegrar y divertir frente al Congreso! Saltarán y cantarán. Muchos de ellos hasta con bastón y con canas.   

No va a ser nada del otro mundo. Es la costumbre. Para la próxima dicen que habrá más todavía. Paren. No se abusen del número. Resérvense para las urnas.