Las elecciones de este domingo en España dejaron algunas certezas. El bipartidismo español quedó malherido, y la crisis de los partidos tradicionales se profundiza. Veamos: si en 2008 la suma PP+PSOE llegaba al 84%, y en 2011 aquella cuenta llegaba al 73%, en estas elecciones apenas llega al 50%. Es decir, un brusco descenso, sobre todo provocado por la caída del gobernante PP, quien perdió más de 3 millones y medio de votos, dejando asimismo 63 diputados en el camino. El PSOE, en tanto, perdió un millón y medio de sufragantes, para situarse apenas por encima de Podemos (superandolo por tan sólo 300 mil votos, apróximadamente). Para situarnos: hablamos de una disputa entre la fuerza política más antigua de España, fundada en 1879, contra un movimiento que apenas tiene dos años.

 

¿Por qué Podemos irrumpió con tanta fuerza? Ratificó la remontada de la que se venía hablando en territorio español en las últimas semanas, capitalizando las victorias de Pablo Iglesias en los diversos debates televisados (donde dejó mal parado no sólo al bipartidismo PP-PSOE, sino también a Albert Rivera). En su primera elección general los morados lograron 69 diputados, muy por encima de los 40 de Ciudadanos, la formación “novedosa” de la derecha española, presentada con bombos y platillos por buena parte de la prensa conservadora, a fin de “amortiguar” allí la caída del PP. Además, la fuerza de Iglesias triunfó en País Vasco y Cataluña, y quedó segundo en Madrid, Comunidad Valenciana, Galicia, Canarias e Islas Baleares. Es decir, expresó un importante anclaje en todo el territorio, amparado en su idea de conformar un “Estado Plurinacional”, tal como sentenció Iglesias en su conferencia de prensa posterior a los resultados.

 

El día después del bipartidismo inició con un pedido de la prensa conservadora española: evitar una unidad del amplio espectro de las izquierdas españolas, a fin de disipar el “escenario Portugal”. Las editoriales de los diarios ABC, La Razón y El Mundo plantearon los temores ante una hipótesis de coalición PSOE-Podemos-IU (sería un “pacto de perdedores” en una coalición “condenada al fracaso”, según ABC). ¿Qué hay detrás de esta hipótesis? La exigencia a Rivera para que destine sus votos a la investidura de Rajoy. Y también, claro, intentar partir a la dirigencia del PSOE, que a esta hora deberá debatir qué marco de alianzas conformará en el Parlamento. Un sector de la derecha española tiene expectativas en que una parte del bloque legislativo del PSOE al menos se abstenga en la votación, propiciando que Rajoy permaneza en Moncloa.

 

Rajoy ya dejó claro que intentará formar gobierno. El Rey le pedirá entonces que conforme una mayoría de 176, que hoy parece lejana para el PP. Luego, entonces, podría pedir la conformación de otra alianza parlamentaria (o la búsqueda de una mayoría simple). El ejemplo más concreto de ambas posibilidades es lo sucedido en Portugal: Passos Coelho ganó, pero luego no pudo formar gobierno por la coalición PS-Bloco Esquerda (afín a Podemos)-PC. ¿Estará dispuesto el PSOE a conformar esta alianza con Podemos, IU y los nacionalismos (Cataluña y País Vasco), cuyas bancas a esta hora definen y mucho? ¿Aceptará los pedidos de Iglesias de avanzar en una reforma constitucional con blindaje social, propiciando asimismo la posibilidad de revocatoria a mitad de mandato? ¿O preferirá apostar -por acción y omisión- a un gobierno débil de Rajoy? Son todas especulaciones (y sobre todo negociaciones) que a esta hora tienen lugar en España. Habrá un máximo de dos meses para resolver el tema: caso contrario se deberá convocar a una nueva elección general -episodio que parece lejano, pero que no habría que descartar del todo-.


Una certeza hay: ya nada será igual en la política española. Aquellas legislaturas de mayorías contundentes son parte del pasado. Hoy tres partidos han sacado más de 5 millones de votos, ingresando Podemos a las “grandes ligas” de la política española, y dejando muy por detrás a Ciudadanos. Por ello Pablo Iglesias puede decir, con certeza, que es el padre de la gran derrota del bipartidismo en las urnas. Es la cara inobjetable de un nuevo momento histórico, que también se expresa en las “alcaldías del cambio” que personifican Ada Colau en Barcelona y Manuela Carmena en Madrid. Las próximas semanas se clarificará si el día después es el día de inicio de un “gobierno antiausteridad” o la conformación de otro período de gobierno de Rajoy. Es decir, si lo viejo muere y lo nuevo nace, parafraseando a Gramsci. Suceda lo que suceda, ya nada será igual.