No leo a Galeano hace mucho, y la verdad, tampoco hice mucho por conseguir sus últimos dos libros, aunque un primo prometió pasarme 'Los hijos de los días'.

En agosto de 2010 le escribí para entrevistarlo. La respuesta -la busqué, la encontré en mi correo-, fue esta:

perdón suplico, pero no puedo. estoy acribillado de tareas, viajes, entrevistas, reuniones y complicaciones varias, que mejor ni te cuento. saludos cordiales y suertudas suertes,
eduardo


Todo así, en minúsculas.


En enero del 2001, de viaje por Uruguay con dos amigos, fui hasta la puerta de su casa en Piriápolis. Un chalet sobre la rambla, con venecitas de colores, sin rejas, sólo con una pared de medio metro. Toqué la puerta tres o cuatro veces pero no atendió nadie. Fui movido por el mito que indicaba que el tipo te abría su casa.


No sucedió.


Antes de esto había leído a Galeano, digamos bastante, no todo. No pude terminar Las Venas abiertas (conozco a varios eh), me devoré y luego sugerí y hasta regalé varias veces 'Patas arriba'. 'Espejos', 'El Tigre y otros artículos', 'El libro de los abrazos', y no sé cuáles dos -nunca me acuerdo- de la trilogía Memorias del fuego.



Leí sí últimamente sus entrevistas y sus posturas políticas con respecto al Uruguay y a la región. En la última interna Galeano apoyaba a Constanza Moreira, la candidata del ala más pura del Frente que perdió la interna contra Tabaré Vázquez.



Había puesto el grito en el cielo luego de que la Corte Suprema destituyera a la jueza Mariana Mota, que había condenado a prisión al exdictador Bordaberry y que llevaba 50 causas contra militares por delitos de lesa humanidad. En realidad la cambiaron de fuero, pero Galeano en las marchas a las que fue decía que era como una destitución lo que habían hecho, y pedía que miremos a Argentina en materia de juzgamiento a genocidas.

Galeano, además, había acuñado la teoría que desde hace poco brama Rafael Correa: esa mirada europea de los gobiernos del viejo mundo y su etiqueta de populismo. "Siempre que voy a Europa -decía Eduardo-, me preguntan lo mismo... Y yo les pregunto por el populismo y la corrupción de los Berlusconi y los Aznar. Aún tienen esa mirada de superioridad, incluso de los intelectuales".

Su aparición en la marcha de los Indignados españoles fue otra revelación. El tipo salió a protestar por las calles de España, porque él era de una generación que creía (cree) que cuando el fuego crece hay que estar allí.

Una foto con Maduro, y una entrevista en el auditorio de radio Nacional de acá, que anoche volvieron a pasar. O su última imagen junto a Evo Morales y el pliego que firmó del reclamo boliviano para contar con una salida al mar.

El libro 'Fútbol a sol y a sombra', además de leerlo en radio primero, y luego pasar su audio cuando salió el cd, me trajo muchas alegrías cuando cubría fútbol. Se lo presté a un técnico del ascenso, que después de leerlo me pidió que se lo sugiriera yo mismo a los jugadores.

Así, mi ejemplar pasó por jugadores de Urquiza, Riestra, Talleres de Escalada y Platense, y lo perdí en unos de esos ida y vuelta. Los audios de Galeano hablando de Maradona, del hincha, del árbitro, del fútbol y la guerra o el teatro, me acompañaron en las previas de los domingos que conducía en radio Belgrano.



Para esa misma época edité audios de Osvaldo Soriano y jugué a entrevistar a uno y a otro. Tenía 3 tracks de cada uno. Cómo era Eduardo como hincha -de Nacional-, y el Gordo -de San Lorenzo-.



Qué clase de jugador era uno -Galeano un patadura-, y Soriano un 9 de área goleador al que el Míster Peregrino Fernández (¡gran cuento!) le había frustrado la carrera al ubicarlo de 2. Y cómo era el mundo de la escritura para tipos futboleros.



Pero también perdí esos archivos en un pen drive glorioso por su contenido radial.


En radio, mejor dicho, en un programa de radio que hacía desde un bar de Palermo los martes, una noche abrí con la lectura de 'El Mundo', ese texto que describe que vistos desde arriba los seres humanos somos como un mar de fueguitos.



Le pedí a la mesera que encienda cada vela que había en las mesas, y antes de empezar apagamos las luces. Así, con el bar en penumbras, hablé de aquello de que "hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas".



Esta mañana recibí un mensaje de teléfono uruguayo, que decía: "Viste el correo que te mandé anoche". Dejé un aparato por otro y leí en la computadora la advertencia de que Galeano estaba internado en situación terminal. Y enseguida el llamado. Con acento montevideano mi colega y amigo me confirmaba que "sí, 8.20 en un Sanatorio de la mutual de médicos falleció...".

La redacción se llenó de caras y seriedades. De ruidos de celulares y audios de Galeano, para 'vestir' las notas. Uno de los más pibes de la redacción me comenta que nunca lo había escuchado.

"Ah fijate -le digo-, hay muchas cosas. Por ahí te parece medio aburrido en la cadencia, yo se lo hacía escuchar a mi hijo cuando era chiquito y nos quedábamos solos toda la tarde".

Hice un par de notas más y volví a la rutina de los temas del día. Un día que no fue uno más, cuando pasan estas cosas de que tipos como Galeano, se nos desencuentran. Y entonces ya sí: sólo habrá un lugar para reencontrarlos, sus libros.