La falta de representatividad en Europa hizo que este 1° de mayo los pueblos salieran a quejarse de la crisis que los angustia. En Argentina, con puente el fin de semana, muchos se fueron de paseo minimizando sus pesares del 2001-02. El día se hizo noche con los risibles actos de la atomizada izquierda. Gente que no dirigió siquiera un club de barrio exige cada vez más. Desde afuera del poder todos afirman ser Gardel.

Habría que verlos sobre el  escenario. Aquí aún decide el Estado, pero en Europa terminó el Estado-Nación (nacido con la notable Revolución Francesa) y decide la troika: mezcla de la no fiable Comisión Europea, el BCE (Banco Central Europeo), y por sobre ambos, un siniestro FMI. La pérdida de soberanía es tan grande que cierta diputada del PSOE confesó que Rodríguez Zapatero, quien gobernó en 2010 previo al PP, aceptó recortes pues la opción era España “intervenida” por esa troika.

Eso ya lo soportaron antes Irlanda, Portugal y Grecia. Y entre el humo, Italia. Rescatar a bancos y bajar jubilaciones para ellos es algo normal. Por supuesto, el sistema financiero no coparticipó en las pérdidas por la crisis: sólo los de abajo. Hoy 25 millones de jóvenes europeos viven sin chance de futuro. Y 6 millones deambulan sin trabajo por España, de donde se fueron 550.000 extranjeros en 2012-14, el 10 % de todos. Los migrantes hacia Europa vienen de África, pero a la larga se van, al no existir trabajo, salvo el parcial y precario, incluso para los europeos.

Según la OIT, desde 2010, en el mundo desarrollado aumentó el paro en 5 millones de personas. Ya suman 202 millones, con 74 millones de jóvenes, que representan el 13 % de la fuerza laboral de Europa, Asia y parte de África, sin contar a China e India. La tendencia alcista eleva su total a 215 millones para 2015. Claramente, la crisis de 2008 sigue.

La pregunta es: ¿cómo sobreviven ellos y sus familias? Se reducen los costos despidiendo gente, bajando salarios y aumentando el consumo de las clases más altas. En Latinoamérica, el aumento del desempleo, según la OIT fue de sólo 1,5 %. Hay trabajo y sonrisas para casi todos.

Como clase social, este 1° de mayo los trabajadores salieron a gritarle al mundo. Pero en Argentina el silencio escandaliza. Soslayan todo, le  dan la espalda a la crisis. Algunos suponen que su situación mejorará con candidatos presidenciales neoliberales que apoyan lo mismo que ocurre allá, donde perdieron los beneficios ganados en años de lucha. Aún lloran. Aquí la tele brinda chismes, farándula, disputas, frivolidad.

Preste atención: éste es el único país en el mundo que paga la deuda externa refutando el plan del Consenso de Washington: sin ajuste del gasto público ni flexibilización laboral (léase despidos). El déficit fiscal se eliminó con mayores ingresos debido a las retenciones y al empleo.

La falsa “democracia de mercado” domina y dicta qué se debe pensar.  Para bien o mal, blogs, Facebook y twitter crean un vivero de millones de adictos en Internet, donde lo virtual quizás sea enemigo de lo real, pero donde reina el igualitarismo, la ausencia de jerarquías pese a los incontables egos virtuales que sueñan hallar allí sus amigos y amores.

Las redes sociales son las calles cotidianas de los que prefieren tener el culo siempre sentado. El secreto de la derecha es lograr que salgan a protestar realmente a las plazas. Y lo hacen en Venezuela, matando gente. Lo exportan como una contrarrevolución espontánea y popular.

Es lógico: lo que no se publica no existe. Si aquellos que controlan los medios no publican o falsean noticias sobre alguien, o no le hacen un reportaje, el lector o teleadicto ignora que ese político o partido existe. Si pocos saben que existe, sus ideas no las conoce casi nadie; y por lo tanto, se evaporan. Hoy no figurar en los medios significa no subsistir.

No es agradable señalar que el Financial Times acaba de reafirmar lo que publicamos hace 3 años en la columna de un diario: que esta gran crisis mundial durará 20 años. ¿Soluciones? El modelo neoliberal que rige en el mundo desecha (como históricamente EE.UU.) el derecho a la sindicalización laboral. Y ha convencido a gran parte de las clases medias ingenuas de que ahora, para sostener la economía capitalista y su consumo, hay que proceder a renovados ajustes. Los oligopolios y las oligarquías presionan a los gobiernos y lograron establecer como normal la precariedad laboral, bajando su gasto en salud y educación.

Aunque una buena educación y sanidad para todos parece elemental, en el menemismo (busca retornar como massismo u otro nombre) una liga de gobernadores pensaba cerrar para siempre ambos ministerios: los de salud y educación. Querían privatizarlos. Por suerte, fracasaron.

Aquí, en las redes sociales se rogó a los ciudadanos no comprar cierto viernes en los supermercados para invalidar la insolidaria maniobra de remarcadores seriales. Y quienes insultan con seudónimo propusieron comprar más. Esa gente, hechizada por medios monopólicos, se burló. Su mente no atisba la guerra contra un proyecto a favor de la mayoría.

El capitalismo siempre usó estratégicamente las crisis a partir de 1971. En Europa señalan que no hay que sindicalizarse (en Italia bajaron los sindicalizados, del 65 % en 1970 al 8 % actualmente), pues no existen las clases sociales, sino solamente “vendedores y compradores”. ¿Y la dignidad que pide el Papa? La creen un concepto vetusto y en desuso.

Si bien los pobres extremos abandonaron ese sitio aquí en la década ganada, continúa el bombardeo mediático acerca de nuestra pobreza. Los españoles se desviven por un trabajo y “El país” publicó una nota  el domingo sobre “el hambre en la Argentina”, a la que otros califican gobernada por un “paleocomunismo de alpargatas”. Demencia nítida.

El hartazgo y la rabia popular europeos no los conocemos debido a su invisibilidad en medios hegemónicos. Aguardan que el neoliberalismo venza en 2015, ocultando que este país fue refundado en 2003, el año en que empezó a salir del túnel. Europa ya publicita su propaganda de una anémica recuperación de la recesión. Bien amañado para estafar.

Allí el pueblo sigue en su casa por el desempleo, y a las cifras oficiales las tilda de hipócritas, sospecha de su “Indec”. La gente se asusta por el crecimiento de la brecha de desigualdad entre el 1 % rico y la clase media, lo cual condena a la mayoría a la exclusión social. Y no lo calla.

Al hombre de a pie nunca le toca unirse a la “recuperación”. Porque no existe. Incluso la ultraderecha europea critica al FMI para lograr votos, pero es poco creíble, como movimiento superador, este nacionalismo fascista. Un populismo retro que después se unirá a las corporaciones.

En tanto, aplaude dichoso que en 20 años murieran 13.000 africanos buscando llegar por el Mediterráneo a las costas soñadas de Europa.

Este 1° de mayo en Francia hubo mítines contra los recortes por 50 mil millones de euros que sumará este año. En España, contra su política. En Estambul (Turquía) la jornada terminó con la represión policial y 58 heridos. En Camboya, los sindicatos salieron a quejarse de los ajustes salariales. En Portugal, el reproche fue por el paro, que abarca al 50 % de las mujeres, despedidas a los 35 o 40 años, y que nunca hallarán otro empleo. Por ello muchas piensan emigrar, sin encontrar adónde ir.

Los que se quedan piden “Luchar para cambiar”.  En Colombia, sigue la persecución a la sindicalización. En Chile, exigen un nuevo Código Laboral, porque el actual es de 1979, decretado en la cruel dictadura de Pinochet. No hay paritarias, que en Argentina suman 11 seguidas.

Por lo tanto, en Chile no existe aún negociación colectiva y la gente se hartó del negociado de las AFJP: quiere retornar ya a las jubilaciones estatales. Mientras Bachelet se postula como progresista, su país es uno de los más desiguales del planeta. A tal punto que la mayoría de las grandes empresas se atomizan en otras más pequeñas para pagar menos impuestos y evitar la sindicalización. Bachelet, en este segundo mandato, prometió cambiarlo. También declaró que habrá una ley para que las empleadas de casas particulares no trabajen 12 horas diarias, es decir 72 horas semanales. Los trabajadores no le creen, pues no se animó a modificar, temerosa, el Código Laboral en su primer mandato.

En Venezuela, el salario mínimo ya es de 640 dólares. En Bolivia hubo festejo al aumentar 20 % el sueldo mínimo, que llega a 200 dólares, en tanto los demás salarios subieron un 10 %. En Panamá, que progresa más que otros países, existe otro alto índice de desigualdad. Y en esta elección, ganada el domingo por un opositor, pidieron que la economía deje de beneficiar a pocas familias, mientras las clases bajas y medias  “viven muy apretadas”. En la Argentina, donde se olvida la precariedad laboral sufrida durante el menemismo y la Alianza, el poder añora a los dorados ´90, paradigma del éxito de lo privado y fracaso de lo público.

Los empresarios, en guerra, buscan repetir esos ´90 para lucir señeros ropas de marca, como los devotos sus rosarios. Qué alegría. Con esas políticas ganan siempre los mismos. Unos pocos contra unos muchos.