El cuco no existe, repetimos de muy chiquitos cuando el cuco es la concentración de todos nuestros miedos. Esos miedos que ni siquiera sabemos definir ni narrar, ni conocemos su origen ni sus por qué. “El cuco no existe” funciona como una frase mágica que aleja y niega esos temores infantiles.

Hoy Carlos Pagni elige su propia negación cuando afirma que la ONU, a donde la presidenta irá a encontrar apoyo para continuar la batalla contra los fondos buitres, es nada más que una “convención mundial del Rotary”. Tiene miedo de que ese organismo vuelva a dar su apoyo a la Argentina y entonces dice que la ONU no existe.

En el mismo tenor la aparición de Máximo Kirchner fue negada por diferentes y numerosos asustados. Algunos llegaron a la pavada cósmica, como Laura Alonso quien a la vista del estadio lleno sostuvo que hoy la política ya no convoca a nadie, y que aquella cancha la llenaron con gente a sueldo y con otra que temía perder supuestas dádivas. Agregando que Máximo es ese mismo bobo que sigue jugando a la Play y que no tiene nada en la cabeza. Por su parte el pícaro gordito en su programa del domingo terminó gritándole “nabo” al cuco en cuestión, en una performance quizá más infantil que la de Laurita. Así otros exorcizaron el miedo asegurando que Máximo es nada más que otro “hijo de”, un heredero al cual le cae encima una herencia inmerecida de la cual nada sabe ni comprende. Y hay decenas de ejemplos de asustados que se niegan a confrontar con la realidad y que prefieren buscar argumentos para demostrar que nada de eso existe.

Con la aparición de Máximo Kirchner la búsqueda de negaciones llega a límites humorísticos, hoy he podido leer editoriales muy sesudos que aseguran que ya no se trata de imberbes pibitos faltos de cualquier madurez para la tarea que realizan, hoy aparecieron comentadores asegurando que Máximo ya está viejo y que llegó demasiado tarde. El cuco no existe, repiten.

Un destacado de la negaciones temerosas merece Bonelli, quien en la radio, y entre furcios de colección como llamar “el Pata” al Papa, contó el empujón (sic) que le dio la presidenta al Cuervo Larroque para alejarlo de Francisco. Una escena digna de los tres chiflados que se inventó el periodista del habla irregular para negar lo que sencillamente fue otro momento exitoso de diplomacia argentina.

La lista de negaciones es interminable, a veces es creativa, a veces es divertida, y otras es repetitiva, mediocre, y agresiva. Los argumentos o historias que explican que lo que ocurre en la realidad no es verdad, son muchísimos. Lo que en algún momento bautizaron como “el relato”, que sería la manía del kirchnerismo por contar de manera bella sus horribles crímenes, se vino transformando en algo más simplificado: la irrealidad de lo que el gobierno hace y es. No baja la pobreza, no paga la deuda, no tiene militancia que lo sigue, no defiende los intereses del país, y sigue y sigue la lista.

La pregunta entonces es cuál es el cuco que dicen que “no existe”. A qué le temen tanto si en su narración cotidiana este es un proceso político acabado, terminado desde hace rato, y sin ninguna proyección hacia el futuro. Qué los preocupa si al kirchnerismo todo le sale mal y carece de energías y capacidad intelectual para implementar sus proyectos macabros. Cuál es su desvelo si la población entera está harta de esta porquería que según sus análisis ha llevado al país a estar peor que antes de la crisis de 2001.

De ahí el desafío que lanzó Máximo Kirchner en Argentinos Juniors, la pregunta de por qué no compiten en las urnas con Cristina. Máximo los confrontó con el cuco, que no tiene que ver con volver a votar por tercera vez a la presidenta, sino con hacerles ver que el cuco que niegan es cuantificable. Ese cuco somos los varios millones que sabemos lo qué es lo mejor para el país, los que aprendimos a leer los diarios, los que militamos, los que no nos dejamos engañar, los que abrimos los ojos, los que tenemos esperanza, los que no nos cansamos, los que defendemos los logros, los que soportamos los ataques, los que entendimos que los sueños –aquellos sueños que nos contaba Néstor Kirchner- se pueden hacer realidad porque muchos de ellos se hicieron realidad. Y éste último es el cuco que más temen. Es el cuco de los que sueñan un país mejor y lo construyen a pesar de todo.