La Argentina tiene déficit fiscal pero ni es el más alto de su historia, ni tampoco es el más difícil de solucionar. Antes de ahora hemos tenido desbarajustes macroeconómicos descomunales condimentados con endeudamientos excesivos que hacían muy compleja la tarea de restablecer los equilibrios. De la complejidad que plantean los vendedores de “Reduce Fast Fat”, se puede inferir que están preparando el campo para una devaluación violenta (Macri hablo de liberar el dólar y que el mercado le fije precio…). Eso es ir por un plan de shock y someter la economía a cambios bruscos, un plan muy recesivo y de elevado costo social, que ya probamos.

Por otra parte, obtener financiamiento transitorio no es un crimen, si existe un plan de inclusión y no se modifica el enfoque socio político. Con ahorro de terceros se puede evitar coyunturalmente la reducción inmediata del déficit fiscal y tener que realizar un ajuste de magnitud, como seguramente harían los empleados del casino internacional, los artífices recargados que exhibieron una manifiesta incapacidad para dirigir la economía argentina. Conseguir financiamiento mientras llegan las inversiones puede ser un paso, ya que la corrección de los desequilibrios vía shocks, sería fuertemente impopular. Kicillof lo esta haciendo con muchas limitaciones.

Financiar 5 puntos del PBI de déficit fiscal con ahorro interno por ahora no es viable para un sistema financiero que no nos aporta nada, y un gobierno que aun no logra captar el ahorro argentino que podría cambiar la historia. La Argentina necesita atraer ahorro argentino para financiar parte del déficit fiscal, para reponer reservas internacionales y para dejar de seguir pagando los vencimientos de la deuda pública con disponibilidad, evitando la vulnerabilidad en caso de ataque. Hay que reconocer que en este momento la Argentina tiene déficit fiscal, y las necesidades financiamiento estarán alrededor de u$s 12.000 millones en 2016.

La colocación de deuda puede sustituir coyunturalmente el escenario de ajuste fiscal y del tipo de cambio, puede ayudar a financiar la transición y la llegada de la inversión, prescindiendo del costo social. Obviamente no podemos financiar de manera indefinida los déficit gemelos con colocación de deuda, pero seguramente existe un plan de crecimiento, para que la reducción del déficit fiscal, sea por aumento de la recaudación.

El empresario que invierte quiere saber que va a poder ganar dinero sin sobresaltos macroeconómicos, y eso requiere creatividad para equilibrar las cuentas públicas, para evitar que un ataque especulativo agreda la producción y el trabajo.

En determinadas oportunidades, en el pasado, la Argentina sufrió por las imprudentes políticas económicas que implementaba esa especie de Ku Klux Klan que “da jabón” hoy en los auditorios, espantando a los empresarios. Otras veces se tomaba deuda simulando un acortamiento coyuntural, para luego perpetuarlo y someter las políticas publicas a los ordenamientos del FMI. Fue así que terminamos pagando un alto precio, perdimos muchos años de industrialización, cada vez estábamos más rezagados de aquellos países que alguna vez superamos (Siempre recuerdo a YELMO, la empresa donde yo trabajaba; en 1976 exportaba a 26 países). Cada vez fue mayor nuestro deterioro, hasta que en 2001 casi desaparecemos del mapa. Aquel deterioro respondía a la adopción recurrente de una serie de medidas en nombre de un “falso liberalismo” (considero un inmerecido elogio decirles liberales a Martínez de Hoz, Sigaut, Alemann, Dagnino Pastore o Cavallo), que terminaron conduciendo a la Argentina a un innumerable repertorio de frustraciones “neoliberales”.

Que suceda en esta oportunidad, que los argentinos no nos engañemos una vez más interponiendo el odio, sin emprender el necesario camino de ordenar la macroeconomía y atraer los dólares que los argentinos tienen depositados en el exterior. Sepamos que ni el marxismo estuvo de acuerdo con el déficit permanente, la razón es obvia, el endeudamiento que financiaba los déficits es “primo hermano” de la “dependencia”. Que no nos confundan una vez más con un falso liberalismo, ni un progresismo inofensivo y/o acusador-religioso, que no perdona un solo yerro, o vamos a equivocarnos otra vez, recuerde: “El que no tenga pecados que arroje la primera piedra”.

El neoliberalismo ha sido devastador para la Argentina, pero por otra parte, ninguna expresión progresista a lo largo de nuestra historia ha cuajado en nuestra sociedad, y mucho menos alcanzado las conquistas sociales que lograron Perón, Néstor y Cristina.