Cesare Lombroso, criminólogo y médico italiano, fue el primer teorizador del diagnóstico por las apariencias, instalando en la comunidad científica de entonces, mediados de 1800, que ciertas rasgos físicos definían a eventuales delincuentes. Su teoría, la del “delincuente nato”, estableció un determinismo biológico que predisponía a la delincuencia. Su descripción instaló el prejuicio de que si un sujeto caía en su retrato físico, había que cruzarse de vereda. Por entonces no se usaban gorras ni ropas deportivas, de lo contrario esos hubiesen sido los fenotipos de los sospechosos.

   Braian, el adolescente presidente de mesa de Moreno, burlado por ser morocho, usar gorra y ropa deportiva, elementos que, según los “lombrosos” actuales, definen a los “pibes chorros”, y los alumnos de la escuela Emaús que le apuntaron con un arma (supuestamente de juguete) a un profesor, reinstalaron la posibilidad de repensar la estigmatización, las etiquetas y prejuicios que dividen, reinan y destrozan a ciertos grupos sociales.  

   Braian, sentado junto a la urna, resultó víctima de una foto robada y luego viralizada con la frase: “Si votás en Moreno, no lleves cosas de valor”. Caso que recuerda a otros, como Juancito, el pibe al que le gustaba el arte, y Antonella, la piba que se filmó en su pileta de lona; banalizados en todas las redes, incluso por famosos que luego, asesorados, borraron sus videos. Los que se burlan de una persona por su forma de ser, por su aspecto físico o vestimenta, no son inocentes o graciosos, son lacras de un sistema social que contribuyen a seguir forjando las diferencias: los unos y los otros, los buenos y los malos, los ricos y los pobres como sinónimos de víctimas y victimarios respectivamente. Pero cada tanto salta la perdiz y los dualismos se confunden, se trastocan, y puede suceder que muchachos de clase media o alta jueguen con las armas que supuestamente solo son propiedad de los pibes con gorra, o que un profesional mate a su mujer o a su familia. Lo esencial es, ya sabemos, invisible a los ojos.

   Braian trabaja, milita, es solidario, camina su barrio, sabe de las dificultades que sufrimos en el conurbano. Los muchachos del colegio privado de El Palomar, ¿qué hacen además de jugar con un arma apuntando al profesor que inocentemente sigue dando su clase? En Moreno, de donde es Braian, una escuela voló en mil pedazos y murieron Sandra y Rubén y hay hambre y mucha desocupación. La piel morocha, la gorra y la ropa deportiva son un combo nocivo, una construcción social para criminalizar a ciertos adolescentes. Alberto Fernández, el presidente electo, recibió a Braian, se puso la gorra, se igualó, contundente gesto para empezar a desmantelar esas malditas diferencias. Y eso es lo que necesitamos para vivir en una sociedad más justa y solidaria: borrar los estigmas que agrietan, que dividen y ubican de un lado a los que hay que salvar y del otro a los que se decide hundir.