La lectura, los debates, aun los videos económicos, no son temas por los cuales la gente “muere”. En una sociedad mundial embaucada y consumidora de entretenimiento hueco, es difícil lograr atraer el interés por las ciencias sociales. Lo veo en Youtube, con mis propios videos sobre “negocios y finanzas”, algunos superan las 5.000 visitas. En cambio uno de política económica puede llegar a 1.200 observaciones, con toda la furia.

Un libraco de 700 páginas-en general pocos leen tanto-, acaba de agotarse en solo un mes, en los EE.UU. Ahora mismo se proyectan editar 6 reimpresiones juntas. Incomprensiblemente, estoy hablando de los EE.UU., donde la gente come y duerme hablando de entretenimiento, consumo, negocios y finanzas; allí estas temáticas si, son populares.

Estando en Chicago, observando por TV, el día de la invasión a Irak-en tiempo rea la hemos visto-, recuerdo que me llamó la atención, ver al pie de pantalla, los avances del reloj mini segundero del DJ (Índice que refleja la evolución de las acciones mas importantes). Cualquier anciana estadounidense conoce de “fondos de inversión y pensión, hablan de cuales son los “que mas rinden”, las acciones, ofertas de electrónica, cupones de descuento, etcétera.

En contraste con los éxitos editoriales del tipo: “7 pasos para ser rico”,  los trabajos académicos con cierta ideología no se adecuan a la lectura estadounidense. Ni Krugman, ni Stiglitz son populares en EE.UU. Mucho menos hubiese esperado que un profesional francés, que propone un impuesto global al patrimonio para contener la desigualdad, sea pasión. Propone: Impuesto a los salarios exuberantes y las herencias.  No era previsible el éxito de ventas de ese tipo de obras, 4 o 5 años atrás. Un libro, que desentierre a Marx, se contrapone a la “letanía hipnótica”, que adiestra a cientos de “Carlitos Mundiales”, diciéndoles que el mercado resuelve todo. El debate de la apropiación de la renta, aun es difícil de mencionarlo sin ser “mirado por encima del hombro” por ciertos doctores incultos. Pero aunque se quiera desestimar, la cuestión ya esta instalada a nivel mundial. Y, si la tasa de crecimiento de la rentabilidad de las corporaciones, supera la tasa de crecimiento del PBI, el sistema garantiza “desigualdad para todos y todas”. Esa dinámica a la larga se hace insostenible en democracia, ya lo vimos en 2001. La democracia supone el “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Los comentarios de mis colegas, quienes terminaron de leer el libro, dicen que empíricamente, Piketty demuestra, como, salvo durante las dos guerras mundiales y la recuperación, la renta del capital, no ha sido consistente con una distribución del ingreso equitativa.

Con la “proverbial diplomacia francesa”, el autor ya había dicho que, cuando estudiaba en los EE.UU. nunca se convenció de las verdades inobjetables. Mas precisamente, dijo que le parecía que: “no había existido un esfuerzo significativo para recoger datos históricos sobre la dinámica de la desigualdad; y aun así, la profesión seguía produciendo en masa resultados puramente teóricos”.
No dijo lo que el establishment quiere escuchar en los EE.UU.; este es el anti “mensaje Fukuyama”, que despertó amores internacionales, explicando como el fin de la Guerra Fría constituía el fin de las ideologías; es decir, el triunfo del “Pensamiento Único”.

Antes que trascendiera Piketty, Saúl Bellow ya había entusiasmado a ciertos individuos como el que suscribe, con: "El cierre de la mente moderna", una revelación de la universidad moderna, que explica como la educación universitaria defrauda a los estudiantes serios y pone en peligro la democracia, instalando en el mercado egresados “adiestrados para morder”.
Vale la pena recordar, que la concientización de la desigualdad, se hizo popular en la Argentina de los años 40, cuando Perón exhorta a la S.R.A., diciéndoles: “Señores, si no reparten un poco, corren el riesgo de perderlo todo”.

En “El precio de la desigualdad”, Stiglitz habla de cómo el 1% tiene, lo que el 99% necesita, justificando a los “indignados de Wall Street”, que expresan la bronca por ser las víctimas de un modelo que me gusta llamar: el modelo “Que se mueran todos”.

La crisis de Lehman Brothers quebró el equilibrio precario sostenido por el consumo a crédito; la gente perdió sus casas, sus “dos automóviles por familia”, y tiene más conocimiento de los efectos que estas políticas ejercen sobre sus vidas. Ya saben que no hay derrame, mas que el que cae de la bolsa que se llevan los que escapan de la crisis por la ventana. Las ventas de este libro, me indica que los estadounidenses están abiertos a escuchar o leer sobre algo nuevo. ¡Vamos bien!

La “falsa exclusividad de la polarización en la Argentina”, se ve con claridad en el debate entre demócratas y republicanos. Vivimos en un mundo caracterizado por la diversidad y rivalidad-explicita o hipócrita-, en cierta manera, porque el estado de situación es insostenible. No es menos cierto que esta rivalidad de modelos conforma visiones  políticas e ideológicas  distintas. No existe tal cosa como el fin de las ideologías.

Lo destacable es que profesionales como Krugman, Stiglitz y ahora Picketty; no hablan “en difícil” como los académicos estadounidenses, ni el 99% de los argentinos; sus semillas germinaron por la extraordinaria facilidad que tienen para comunicar conocimientos profundos. Tampoco es el truco de para que se entienda, para “Doña Rosa”, o “si en una casa, usted gasta mas de lo que gana…” Hasta el conservador “The Economist”, consideró que este libro podría cambiar "el modo en el que pensamos los dos últimos siglos de historia de la economía". ¡Hay esperanza, gracias a Dios!