Analistas proféticos e intrigantes, adivinos o malévolos presumen ya saber cuál será el destino político de Máximo Kirchner. Y los desborda de especulaciones.  La aparición en un acto militante acaba de instalar al hijo de la actual presidenta y del expresidente muerto hace cuatro años, en el destinatario de azarosos deseos que lo involucran en varias alternativas. O chances supuestas. Candidato a esto o a lo otro; al vuelo alto o bajo; aspirante a un liderazgo sin funciones, a uno expansivo o al margen del liderazgo; candidato a intendente, a diputado, a gobernador y a presidente. ¿Y por qué no a nada? A rey no se les ocurre, por obvias razones de ausencia de monarquía. Pero cualquiera sean las interpretaciones y conjeturas, sobre todo las conspirativas las que más abundan, son meros pálpitos; gaseosas adivinaciones acerca de lo incierto. Porque para el presente la palabra “futuro” es una palabra vacía de realidades;  lo único concreto del acontecimiento “Máximo” es que no es mínimo.  

A los 37 años se puede ser o no ser. Se puede ser hijo de padres sin notoriedad pública o de padres de una gran resonancia política. Pobre o rico o no tanto. Son frecuentes las familias con generaciones de médicos, de abogados, de empresarios, de artesanos, de religiosos , de banqueros, de militares o de políticos. Entre estos se destacan sucesores de distintas generaciones que fueron presidentes de países democráticos. Sobran ejemplos cercanos y lejanos. Se puede ser sólo un nombre o se puede ser un nombre con algo o con mucho.

El hecho es que en un rato de una sola tarde el joven que se permitió desconcertar, alborotar, esperanzar y ampliar la trama de todas las posiciones partidarias se incluyó como un nuevo protagonista protagónico.  Los ecos de su discurso de contadas palabras -en número- resultan más intencionadamente sonoros que cualquier amplificación técnica del volumen de su voz. El kirchnerismo peronista es fértil. A La Cámpora, la organización que integra, le brotan semillas por su propia naturaleza multiplicadora. Son jóvenes y están en el tiempo justo de las intensidades. La leyenda compara al peronismo con los gatos, que cuando chillan en los techos no es porque se pelean sino porque se están reproduciendo.    

Máximo es un hijo del peronismo. Un correlato genético. Y por si mismo y su historia maximiza la escena política. La oposición entonces se  inquieta  sorprendida. Se sobrecoge. Sin proponérselo Máximo la  minimiza.  

Nadie sabe qué va a ser dentro de un rato. Menos van a saber qué va a ser Máximo.

Alarmistas y prejuiciosos no teman. En el escenario del otro día, lucía humano.