Ocurrió en el sur de Brasil, donde un nene que jugaba en el jardín de su casa vio una serpiente y se la llevó a la boca. Su madre, aterrorizada al ver sangre en su rostro, lo llevó inmediatamente al hospital de Mostardas, por temor a que lo hubiese mordido. Sin embargo, los médicos no encontraron ninguna herida ni síntomas de envenenamiento, asegurando que el menor se encontraba en perfectas condiciones.

Los doctores fotografiaron a la serpiente, una especie del género yarará o yararaca, con la intención de que algún centro de investigaciones pueda identificarla a partir de la imagen.

La madre del pequeño, Jaine Ferreira, salió al patio ante el extraño largo silencio de su hijo, donde lo encontró con la cobra en la boca, que todavía intentaba soltarse.

El rostro del chico estaba repleto de sangre, al igual que sus manos. Ante la negativa de soltarla, como si se tratase de un querido juguete, la mujer fue en busca de su marido para obligarlo que abra la boca.



Según Ferreira, el mordisco fue muy próximo a la cabeza del animal, lo que impidió que la serpiente lo atacara.