La noticia sobre la liberación sana y salva de la periodista venezolana Nairobi Pinto generó alivio en medio de la tensión que se vive, pero también un mar de dudas. Primero, durante los nueve días que duró su cautiverio se abrió un debate acerca de si el caso tenía que ver con inseguridad o si tenía un componente político, pero luego tras su aparición con vida las preguntas lejos estuvieron de cesar. Mientras el gobierno de Maduro siempre apuntó a que el caso tenía que ver con la inseguridad, no descartó el móvil político y culpó a la oposición, mientras que esta, claro está, dirigió el dedo acusador hacia el gobierno. Ahora bien, es interesante analizar cómo se manejó la información desde los medios de comunicación.

Mientras la prensa no se animaba a decirlo públicamente, en las redes sociales se organizó una campaña para exigir la liberación de Nairobi a la vez que se utilizaron para acusar al gobierno de Maduro. Ello hizo la dirigente estudiantil opositora Gabriela Arellano, quien asegura que fue una operación armada por el gobierno para indagar sobre las actividades de la oposición, sector del cual Pinto es cercana. Pero ahora bien, como dijo el Ministro del Interior Rodríguez Torres, ¿Cuál sería el beneficio para el gobierno en secuestrar a una periodista opositora? La repercusión a nivel internacional iba a ser alta y el costo político también, por lo tanto suena un poco absurdo pensar que el chavismo fuera a cometer tal delito.

Sin embargo, desde algunos medios gráficos podía leerse entrelineas, mientras la joven estaba desaparecida, que el caso estaba relacionado con “el clima político”, mientras que otros se concentraron en brindar la información que había hasta entonces y relacionando el caso con la inseguridad que vive Venezuela. Por ejemplo, la cadena en la cual trabajaba Nairobi, Globovisión, fue prudente con la información teniendo en cuenta lo afectado que se encontraba por el secuestro, mientras que diarios como El Nacional manejaba desde sus columnas de opinión la hipótesis de una jugada del oficialismo contra la oposición planificada por “los perversos cubanos”.

En Argentina, por otro lado, en Clarín, que desde el inicio ha sido duro con Maduro, también se preguntó en sus notas si el hecho tenía que ver con la pelea entre el gobierno y la oposición, y remarcó que Globovisión era el único medio del que disponían los antichavistas para poder informarse. También La Nación recordó que el caso coincidía con el homicidio de personas cercanas a dirigentes opositores. La mayoría de los diarios restantes de nuestro país siguieron la pista oficial de un secuestro común.

Hoy día, a pocas horas de la liberación de la periodista, las primeras hipótesis más extremistas se vieron desplomadas cuando Pinto apareció sana y salva, pero comenzaron las dudas sobre la liberación, y también las preguntas. ¿Por qué Nairobi no quiere hablar del caso? ¿Por qué, en un país tan violento como Venezuela, los secuestradores la trataron bien, no la tocaron, le dieron las tres comidas y le leían las noticias? ¿Por qué durante el cautiverio no se pidió dinero para el rescate? Estos con algunos de los interrogantes que deja un caso con alto impacto mediático pero del que nada se sabe con certeza, menos aún los motivos.

Lo cierto es que se tejieron una seria de sospechas y especulaciones que mezclaron la crisis política con la inseguridad, con algunos personajes queriendo sacar provecho del caso. En Argentina eso de echarle la culpa al gobierno por todo, suena conocido.