La enfermera Teresa Romero Ramos fue internada el lunes en el hospital madrileño Carlos III, al descubrirse que padece de Ébola. En esas circunstancias, las autoridades se llevaron a su perro, Excalibur, y ordenaron su ejecución.

Ello provocó la reacción del marido de la afectada, Javier Linón Romero, y de un sector de la sociedad madrileña, quienes argumentan que no existen antecedentes de que el virus pueda ser transmitido de los humanos a los animales. Por esa razón pidió que se mantenga con vida y en observación a Excalibur.

Sin embargo, la decisión de la Comunidad de Madrid fue refrendada por la justicia local y, a pesar de las protestas y de la oposición de las entidades defensoras de los derechos de los animales, el perro fue sacrificado este miércoles.