Desde que empezaron las operaciones militares israelíes sobre Gaza, tanto aéreas como terrestres, el 8 de julio pasado, los ataques causaron daños en cuatro hospitales, doce clínicas, diez ambulancias, un centro para discapacitados y dos plantas desalinizadoras.

El hospital Al Aqsa, el que más pacientes atiende en Gaza, fue uno de los últimos objetivos, y dejó varios muertos y heridos, además de daños en la sala de cirugía, la unidad de cuidados intensivos y la equipo de reanimación.

Los ataques que ya provocaron más de 700 muertos, tampoco permiten al personal médico y de asistencia realizar sus tareas con normalidad porque las condiciones de trabajo son inseguras y con frecuencia las ambulancias tienen que pasar junto al fuego y las balas, según el comunicado de la OMS.

Además, los heridos tienen múltiples dificultades para llegar a los centros de salud y el sistema sanitario se está colapsando. Según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), más de 100.000 desplazados están refugiados en los centros de ese organismo y se estima que unos 50.000 desplazados requieren asistencia inmediata.