La primera misa del Papa en 2016 se celebró en la basílica de San Pedro del Vaticano, cuyos aledaños mostraron una fuerte presencia policial debido a la amenaza terrorista vigente en Europa.

Francisco instó a los Estados del mundo a impulsar "gestos concretos" con los presos, los emigrantes y los parados y a favorecer las relaciones con otros países.

El pontífice denunció que "la plenitud de los tiempos parece desmoronarse ante la multitud de formas de injusticia y de violencia que hieren cada día a la Humanidad".

Francisco también se preguntó "hasta cuándo la maldad humana seguirá sembrando la tierra de violencia y odio, que provocan tantas víctimas inocentes".

"¿Cómo puede ser este un tiempo de plenitud, si ante nuestros ojos muchos hombres, mujeres y niños siguen huyendo de la guerra, del hambre, de la persecución, dispuestos a arriesgar su vida con tal de que se respeten sus derechos fundamentales?", dijo.

El Papa describió este escenario como "un río de miseria alimentado por el pecado" y "en crecida" pero que "nada puede contra el océano de misericordia que inunda nuestro mundo".

"Todos estamos llamados a sumergirnos en este océano, a dejarnos regenerar para vencer la indiferencia que impide la solidaridad y salir de la falsa neutralidad que obstaculiza el compartir", afirmó.