El caso del opositor Vladimir Kara-Murza que terminó en coma durante una semana después de haber sido envenenado y tras una serie de reuniones públicas en el Capitolio norteamericano es uno de los tantos que vienen ocurriendo con los disidentes al Kremlin. 

Si bien Kara-Murza sobrevivió, muchos no lo lograron. Una situación que se contrapone con la imagen que busca mostrar Vladimir Putin al mundo; la de una Rusia moderna y superior a las democracias occidentales.

"Contrariamente a lo que muestra la cultura popular, no existen asesinos a sueldo sumamente entrenados", indica Mark Galeotti, profesor de la Universidad de Nueva York y una autoridad en servicios de seguridad rusos. Y aclara: "Si se trata de un trabajo que exige habilidades especiales (como el uso de veneno que no puede rastrearse), eso implica que detrás hay un agente del Estado".

Uno de los casos más famosos fue el del opositor Alexander V. Litvinenko,que murió por envenenamiento de polonio 210 en Londres en 2006; aunque ha sido negado sistemáticamente por el Gobierno ruso algún tipo de vínculo con la extraña muerte. 

Otro de los asesinatos emblemáticos fue el de Alexander Perepilichny, un banquero ligado a operaciones fraudulentas que  logró llegar a Londres en 2009 y les pasó los registros de las transacciones a los investigadores de Suiza. El hombre murió mientras trotaba; en  su estómago encontraron rastros de Gelsemium elegans, una rarísima planta venenosa que sólo crece en el Himalaya y que al parecer solía usarse para el asesinato político en China.