Crónica de una disputa
La tensión que se vive hoy entre Estados Unidos y Rusia por el caso Crimea tiene similitudes con lo ocurrido durante la Guerra Fría, aunque en este caso no hablamos de dos modelos económicos en pugna sino de una lucha de poder. El exitoso freno que puso Putin a la intervención en Siria lo posicionó como un jugador central en las relaciones internacionales, y pareciera que hasta la fecha es el que lleva la ventaja en la disputa por la (ex) península ucraniana.
Lo cierto es que Putin no está dispuesto a dar el brazo a torcer cuando se pone en juego el control sobre una zona tan importante para Rusia como Crimea, donde está situada su principal base militar con salida al Mar Negro. Además, la escalada de tensión y sucesos en torno a este conflicto hacen que ya sea demasiado tarde para ceder porque significaría un duro golpe político. Por otro lado, la Unión Europea en su desesperado intento por sumar a Ucrania como nuevo miembro de la UE le soltó la mano al gobierno democrático de Yanukovich, que tuvo la osadía de no querer firmar ese acuerdo. Así, entonces, hicieron la vista gorda ante el caos que reinó en Ucrania y que terminó con la caída del presidente.
Estados Unidos por su parte nunca salió a rechazar los intentos de golpe de Estado que se sucedieron durante varias semanas en Ucrania hasta la huida de Yanukovich, pero sí fue firme a la hora de oponerse a la ocupación de las tropas rusas en Crimea y el posterior referéndum que determinó su anexión a Rusia, país del que, recordemos, fue parte hasta 1954 cuando la URSS se lo cedió a Ucrania sin consulta previa a sus habitantes. Sin embargo, Obama se encuentra en una disputa ante un rival difícil que cuenta con un aliado bajo perfil pero poderoso como China, y sabe que la vía militar no es una opción para terminar con este problema porque enfrente tiene a un gigante.
En materia diplomática, el Consejo de Seguridad quedó una vez más obsoleto ante el veto de Rusia a la resolución que desconocía el referéndum en Crimea, y la Asamblea General sí aprobó un documento similar pero que al no ser vinculante pierde peso. Las sanciones económicas y la presión de la OTAN tampoco surgen efecto ante Putin, quien ya firmó la incorporación de la península a Rusia y prometió inversiones, respeto a la diversidad cultural que allí habita y mejores salarios.
Ante este conflicto, complejo como pocos, pareciera no encontrarse una salida rápida de resolución, con Putin que se salió con las suyas tras la crisis que hizo caer a su fiel aliado Yanukovich y con Obama un tanto impotente pero firme en su rechazo y buscando dejar a Rusia aislado. Pero hay que tener en cuenta también un par de hechos no menores que sucedieron durante esta crisis: por un lado, los servicios secretos ucranianos fieles al ex presidente interceptaron unas escuchas telefónicas donde se revela en una conversación entre Catherine Ashton, representante de la UE, y el ministro de relaciones exteriores de Estonia, Urmas Paet, que las docenas de personas asesinadas durante las protestas de febrero en Kiev no fueron en manos de la policía como mostraba la prensa occidental, sino de francotiradores que mataron a civiles y fuerzas de seguridad de los dos bandos. Esto demuestra que hubo infiltrados que no sólo asesinaron, incendiaron y tomaron edificios públicos de manera ilegal, sino que se quiso hacer creer que el gobierno de Yanukovich era el represor.
En este sentido, la secretaria de Estado para asuntos europeos de Estados Unidos, Victoria Nuland, admitió que su país había “invertido” cinco millones de dólares en financiar a grupos opositores a Yanukovich, práctica que repiten hoy en Venezuela. Además, su teléfono también fue pinchado y se supo públicamente que, al hablar con el embajador norteamericano en Ucrania, estaba decidiendo quién era la persona conveniente para ocupar el poder. El nombre que aparece en esa conversación, casualmente, es el del actual Primer Ministro, Arseniy Yatseniuk.
Mientras cada día hay nuevas acusaciones y amenazas en ambos bandos de la disputa, lo cierto es que el discurso occidental intenta tapar los intereses que hay detrás de la caída de Yanukovich y el posterior referéndum en Crimea. Sin embargo, pareciera que Estados Unidos, por lo menos hasta el día de hoy, es el perdedor en este estratégico juego político por Ucrania. Mientras tanto, el organismo que debe ocuparse de lograr la solución de esta controversia, la ONU, una vez más queda obsoleto ante la pelea entre potencias.

La tensión que se vive hoy entre Estados Unidos y Rusia por el caso Crimea tiene similitudes con lo ocurrido durante la Guerra Fría, aunque en este caso no hablamos de dos modelos económicos en pugna sino de una lucha de poder. El exitoso freno que puso Putin a la intervención en Siria lo posicionó como un jugador central en las relaciones internacionales, y pareciera que hasta la fecha es el que lleva la ventaja en la disputa por la (ex) península ucraniana.

Lo cierto es que Putin no está dispuesto a dar el brazo a torcer cuando se pone en juego el control sobre una zona tan importante para Rusia como Crimea, donde está situada su principal base militar con salida al Mar Negro. Además, la escalada de tensión y sucesos en torno a este conflicto hacen que ya sea demasiado tarde para ceder porque significaría un duro golpe político. Por otro lado, la Unión Europea en su desesperado intento por sumar a Ucrania como nuevo miembro de la UE le soltó la mano al gobierno democrático de Yanukovich, que tuvo la osadía de no querer firmar ese acuerdo. Así, entonces, hicieron la vista gorda ante el caos que reinó en Ucrania y que terminó con la caída del presidente.

Estados Unidos por su parte nunca salió a rechazar los intentos de golpe de Estado que se sucedieron durante varias semanas en Ucrania hasta la huida de Yanukovich, pero sí fue firme a la hora de oponerse a la ocupación de las tropas rusas en Crimea y el posterior referéndum que determinó su anexión a Rusia, país del que, recordemos, fue parte hasta 1954 cuando la URSS se lo cedió a Ucrania sin consulta previa a sus habitantes. Sin embargo, Obama se encuentra en una disputa ante un rival difícil que cuenta con un aliado bajo perfil pero poderoso como China, y sabe que la vía militar no es una opción para terminar con este problema porque enfrente tiene a un gigante.

En materia diplomática, el Consejo de Seguridad quedó una vez más obsoleto ante el veto de Rusia a la resolución que desconocía el referéndum en Crimea, y la Asamblea General sí aprobó un documento similar pero que al no ser vinculante pierde peso. Las sanciones económicas y la presión de la OTAN tampoco surgen efecto ante Putin, quien ya firmó la incorporación de la península a Rusia y prometió inversiones, respeto a la diversidad cultural que allí habita y mejores salarios.

Ante este conflicto, complejo como pocos, pareciera no encontrarse una salida rápida de resolución, con Putin que se salió con las suyas tras la crisis que hizo caer a su fiel aliado Yanukovich y con Obama un tanto impotente pero firme en su rechazo y buscando dejar a Rusia aislado. Pero hay que tener en cuenta también un par de hechos no menores que sucedieron durante esta crisis: por un lado, los servicios secretos ucranianos fieles al ex presidente interceptaron unas escuchas telefónicas donde se revela en una conversación entre Catherine Ashton, representante de la UE, y el ministro de relaciones exteriores de Estonia, Urmas Paet, que las docenas de personas asesinadas durante las protestas de febrero en Kiev no fueron en manos de la policía como mostraba la prensa occidental, sino de francotiradores que mataron a civiles y fuerzas de seguridad de los dos bandos. Esto demuestra que hubo infiltrados que no sólo asesinaron, incendiaron y tomaron edificios públicos de manera ilegal, sino que se quiso hacer creer que el gobierno de Yanukovich era el represor.

En este sentido, la secretaria de Estado para asuntos europeos de Estados Unidos, Victoria Nuland, admitió que su país había “invertido” cinco millones de dólares en financiar a grupos opositores a Yanukovich, práctica que repiten hoy en Venezuela. Además, su teléfono también fue pinchado y se supo públicamente que, al hablar con el embajador norteamericano en Ucrania, estaba decidiendo quién era la persona conveniente para ocupar el poder. El nombre que aparece en esa conversación, casualmente, es el del actual Primer Ministro, Arseniy Yatseniuk.

Mientras cada día hay nuevas acusaciones y amenazas en ambos bandos de la disputa, lo cierto es que el discurso occidental intenta tapar los intereses que hay detrás de la caída de Yanukovich y el posterior referéndum en Crimea. Sin embargo, pareciera que Estados Unidos, por lo menos hasta el día de hoy, es el perdedor en este estratégico juego político por Ucrania. Mientras tanto, el organismo que debe ocuparse de lograr la solución de esta controversia, la ONU, una vez más queda obsoleto ante la pelea entre potencias.